martes, 20 de marzo de 2012

"Está bien el hielo", Talus dixit

Los que leyeran el final de la crónica anterior supongo que tendrían la certeza absoluta de que a Malagosto no íbamos a ir en esta ocasión ;). Yo, además, estaba convencido de que iba a hacer una etapita sencilla y corta debido a los últimos coletazos (¡espero!) de este maldito catarro que no termina de abandonarme.

Hoy el lider sherpa-Sherpa estaba malito (un poco tos que tenía) y no se dignó acompañarnos. Ete, preparando la Media Maratón, que dice que la va a ganar o a quedar segundo todo lo más. Así que hasta Kandilandia subimos Chomin y yo. Allí nos juntamos con Sherpol y con el Ranger-Joaquín, que nos contó que le tienen abandonado sus correligionarios traidores. Compadecidos, le acogimos con cariño en el calentito seno sherpa (todas las veces que quieras, Joaquín).


Por delante de nosotros en el carril bici iban, todos igualitos, los globeros locos. Eran legión; unos tres mil quinientos mal contaos. Cada vez que les vemos, aumentan su número, no sé cómo lo hacen. No como los sherpas, que cada vez semos menos y cada uno va como Dios le da a entender, sin conjuntar colores ni ná, sin el menor sentido de la estética (ni del ridículo, ni de la vergüenza).


El el aparcamiento del Pontón nos juntamos con Jorge en el mismo momento en que nos alcanzaba con la lengua fuera Enrique, que se había retrasado dos minutos en Kandiland, una eternidad para la proverbial puntualidad sherpa.


¿Dónde vamos? Como se me ocurrió balbucear algo del collado del río Peces, inmediatamente nos dirigimos raudos hacia Valsaín, parece que para intentar subir hasta el Alto del Telégrafo, donde no sé quién dijo que había oido que nos esperaban las esquivas amigas de Scarlett, rumores no del todo confirmados. Pero por si acaso...


En camino del Eresma estaba bonito y rápido. Aquí vemos a Pablo y a Domingo pasar al lado de la Peña de la Barca. Perdón, dos árboles se pusieron delante en el mismo momento en el que hacía la foto.


Y aquí aparece el grupillo tras atravesar el arroyo de Navalpinganillo, subiendo la loma frente a la Boca del Asno, primer repecho puntuable de la jornada que coroné en última posición. No por, pero debéis de saber que voy el último para que nadie se escape, que a estas alturas ya había escuchado varias amenazas de deserción, tal como os lo cuento.


-"¡Por aquí no se puede ir!"-, ¡que vergüenza oír eso de la boca de un sherpa!. Total, por un par de piedrecillas y tres raíces que salpicaban el anchuroso camino.


El sendero estaba -¡por fin!- algo húmedo debido a un poquito de agua, o nieve, o agua-nieve que había caído en las horas anteriores. Pero el bosque necesita mucha más agua después del invierno seco y frío que hemos sufrido. ¡A ver se cae! El caso es que se rodaba muy bien y agradablemente.


Bordeando el cerrillo de Martín Pascual remontamos por el bosque el desnivel que salvan las Siete Revueltas (¡maldito desnivel!) hasta desembocar en el camino forestal del Cargadero del Hoyuelo, you know, el que sale desde la tercera revuelta. No hay fotos, bien que lo siento, pero desde que abandonamos el Eresma hay unos repechos interesantes (aquí interesantes debe tomarse como un clarísimo eufemismo). Y no hay fotos porque no hay quien las haga, os lo aseguro. ¡Bastante tengo con preocuparme de que el corazón siga más o menos en su lugar dentro del pecho!

Aquí, sin dificultades técnicas, parecemos un equipo.


Paramos un minutín en el Cargadero del Hoyuelo para decidir por dónde subir...


Jorge, que se temía lo peor, rompió su carné de Alcohólicos Anónimos. Con los tres dedos de aguardiente que dejó en la botella, pude hacer acopio de los ánimos necesarios para afrontar las duras pruebas que nos aguardaban; me río yo de los trabajos del Hércules ese...


En la siguiente frase: "El suave camino se empinaba imperceptiblemente acompañando siempre al arroyo del Telégrafo", sírvase el amable lector sustituír las palabras en rojo por las que siguen, en azul: cabrón y atoaleche.

¡Me compro cámaras en las que no sale la pendiente tal y como es!
"¡Voy a parar para hacer una foto, que si no me sale movida!". Este bonito salto de agua en el Telégrafo nos vino de perlas, fue la excusa perfecta para parar un rato y recuperar fuerzas.


Y, hala, otra vez p'arriba. Sonreid, que luego se creen que sufrís un montón. Como son muy bien mandados, los sherpas sonríen, aunque a Pablo, debajo de la braga, no se le vea.


Mira que me cuesta poner estas fotos, pero es que cuando uno está bajado de la bici se maneja mejor la cámara. Y es que alcanzar el Schmid nos supuso un arrastrabike bastante penoso. Se rumorea, se comenta, que hay un par de bichos por ahí, kamorkas para más señas, que suben este tramo montados: ¡Un buen saco de cemento les echaba yo a la espalda, c*br*n*s!


¡Por fin! Creíamos que nunca íbamos a llegar. Por cierto, llenito de hielo que estaba el susodicho camino. La nieve se había compactado debido a las pisadas de los andarines y se había conservado como hielo durante muchos tramos.


Aquí me tenéis, concentrado y en plena apnea para no resbalar. Sorprendentísimamente, ninguno de nosotros resbalamos en ninguno de los muchos tramos helados, ni de subida, ni de bajada. Será por eso por lo que más tarde sentenció Jorge aquello de "está bien el hielo".



Pablo, que iba delante de mí, me servía para identificar los sitios por los que resbalaba menos la rueda. Momentos de tensión y concentración, mientras adelantábamos a los numerosos andarines que por allí transitaban.


Y entonces, parada estratégica en la fuente del Camino Schmid, justo antes de atravesar la pista del Bosque.

Se escribe Schmid, ¿no?
Ya que estaba, bajé a la fuente, que "El Niño de las Fuentes" no puede dejar pasar una sin hacer la foto de rigor. Y de ésta no tenía retrato alguno.


Atravesamos la pista con una nieve en su punto que, durante unos momentos, nos tentó fuertemente. A puntito estuvimos de tirarnos p'abajo con la bici Jorge y yo. Nos imaginamos haciendo suaves eses montados en nuestras bicis, ladera abajo...

Cañón innivando, feísima palabra
Pasada ya la pista y oyendo que el plan incluía unas cuantas cuestas más, --casualmente todas p'arriba--, Joaquín se despidió de nosotros. Imposible de convencer. Tío sensato.

Pero que sepas, Joaquín que te perdiste lo mejor. Conste en acta.


Unos 60 metros de desnivel más arriba, volvemos a cruzar la pista del Bosque, esta vez en dirección contraria, apuntando al más oriental de los Siete Picos.


Abajo, gentío en el cruce anterior. ¡No me digáis que no entran ganas de tirarse!


Volvemos a montar y volvemos a pedalear, sorprendentemente, sin perder el equilibrio. En un momento vemos que Chomin está hablando con unos andarines. No saludan con un "estamos alucinados de veros por aquí".

Y nosotros, y nosotros...



Algún tramo nos obliga a echar pie a tierra.


Pero siempre que es posible, volvemos a montar, que en las fotos queda muy feo estar bajado, caramba.


Y en un pis-pás nos plantamos en la cuerda, justo en las ruinas del Telégrafo.


Mucho frío. Pero que muuuuucho frío.


Por eso paramos al resguardo de estas rocas, la Peña Hueca según el mapa, a 1946 m., en la Pradera de Siete Picos. Allí aprovechó Enrique para reparar un pinchazo que le había hecho subir con la rueda desinflada, casi rodando con la llanta.

¡A cualquier cosa le llaman pinchazo!
Pincha para ver el PANORAMA: Superfoto, dentro de lo que cabe y la cámara me permite, de la Bola del Mundo, Cuerda de las Cabrillas, Ventisquero de la Condesa...

No lo creeréis (y bien que hacéis), pero mientras estábamos desprevenidos y cada cual a lo suyo, fuimos atacados por el mismísimo yeti; pero como esto es un blog de ciclismo de montaña pofresional, dejaremos los detalles para otra ocasión. Simplemente deciros que la criatura era horrenda, salvaje y despiadada, a las pruebas me remito:


Recuperados del susto, y con las camisetas ya cambiadas y bien secos por dentro --es un buen "invento" eso de llevar ropa para cambiarnos--, nos dedicamos a reponer fuerzas, lo que otras tribus llaman "momento orejón". También a recorrer el lugar haciendo fotos y admirando el paisaje.



Pinchad para ver otro PANORAMA. Si os fijáis bien, veréis las Cuatro Torres.

El regreso lo hicimos prácticamente por la cuerda, siempre por encima de los 1900 m y buscando el arranque de la pista del Escaparate.


Las espectaculares vistas casi llegaban a compensar el tremendo frío que hacía. El terreno estaba muy duro y con tramos muy peligrosos debido al hielo.


En la foto de Jorge se ve, ahí abajo, el cañón funcionando en El Escaparate.


Llegué el último, as usual, debido a que estuve haciendo unas cuantas fotos, para variar: PANORAMA y PANORAMA.


En lo alto de la pista también hice este gélido PANORAMA.

 

Ya en el Puerto, sanos y salvos, hicimos una pequeña visita, ¿le conocéis? Yo aproveché para recuperar el meñique derecho, con preocupantes síntomas de congelación y tremendísimo dolor. Después de considerar otras opciones y descartarlas casi de inmediato por escatológicas, opté por meter el dedo un par de minutos en la boca. Mano de santo, oye.


Y la mejor opción posible de bajada, sin duda, fue la del "cartelón", como la llaman los kamorka; o la de las Pintadas, que es como yo la conozco aunque sea lo mismo. A pesar de los hielos era la mejor porque no quiero ni imaginarme la bajada por el asfalto, un sherpa ni lo consideraría ¿no?

Extraña manera de tomar un sendero. ¡Cualquiera que nos viera...!
Algunos tramos estaban verdaderamente complicados, pero nadie se quejó, que entra en el sueldo y además es divertido.


Ya abajo enlazamos un momentito con la vereda de la Canaleja e inmediatamente nos desviamos por el precioso y técnico sendero del Arroyo del Puerto.


Aquí Enrique vió que se le hacía tarde y se despidió del grupo. PANORAMA del momento en que nos separamos.

Aquí quiero contar que más adelante me contó Enrique que se encontró en la Fuente de la Canaleja con unos descenders de Madrid (allí seguían cuando pasamos nosotros) que le preguntaron que cómo podían volver, que se habían pasado a este lado de la sierra porque en la parte de Madrid ya no les dejaban transitar. Esperaban poder tomar un tren, autobús, AVE o avioneta. El sherpa les contó que p'arriba con las burras y los chavalillos se quedaron sorprendidos del . No sé qué harían al final.

También me contó que en el camino de bajada se había encontrado con unos andarines que le habían mirado malamente, y es ahora cuando se lo explicaba. Se imaginaba el encuentro entre descenders y andariegos...

Abro un paréntesis de seriedad en este blog súper... superficial y lleno de banalidades, para decir que me preocupa mucho que el aumento de bikers poco respetuosos con los demás ocupantes (circunstanciales o no) del bosque y con el mismo bosque, nos cree una fama que yo creo que nos "sobrevuela" y que no mereceríamos. Ayer, sin ir más lejos, nos cruzamos con decenas (quizás centenas) de andarines; la mayoría de ellos paraban respetuosos y nos devolvían el saludo mientras nosotros aminorábamos la velocidad y saludábamos. Y así debe ser, conviviendo y compartiendo armónicamente este regalo de la Naturaleza. Regalo de la Naturaleza... que no de los políticos; pero esa es otra historia.

Amigos "pateadores del bosque", no nos confundáis con otros especímenes, por favor...

Cierro paréntesis. Seguimos por el super-sendero disfrutándolo a tope. En un momento dado me dió por parar para hacer una foto de lo que dejábamos por detrás. Fijáos en esa rampita que acabábamos de bajar. Como siempre, en la foto no parece lo inclinada que es en realidad. Pero de todas maneras, el sendero serpea, sube y baja acompañando al río estre rocas y vegetación con multitud de rampas como ésta, divertidísimas y tramposas a la vez. Por cierto, me acabo de dar cuenta de que el sendero serpea mientras nosotros sherpeamos ;-D (Lo sé: abucheos y tomates... pero no me he podido aguantar).


Aquí Jorge salva la vida a Sherpol, después de tropezar malamente en una raíz y salir rebotado. Casi cae por el miniprecipucio. Os aseguro que a puntito estuvo, y los 5 o 6 metros de caída no se los quitaba nadie. Pablo se llevó de recuerdo un golpe en la pierna que todavía hoy le dolía, según me ha dicho.



Pincha en este PANORAMA, para ver la pintoresca cascada bífida del arroyo Venerillo, otro de los rincones de esta ruta que obligan a detenerse para disfrutarlos.

Luego, Eresma, Boca del Asno, más Eresma y a casita a reponer fuerzas, que tenemos una edad. O dos.



Ya es primavera en Sherpilandia

El próximo finde los sherpas estamos entretenidos de una manera u otra con la Media Maratón, así que la crónica --si la hay-- será de un carácter totalmente distinto. De todos modos, creo que con ésta que va habéis tenido de sobra para unos días ¿no?

Si habéis llegado hasta aquí --tiene mérito--, espero no haberos aburrido, pacientes lectores.

¡Ah! Panorámicas de este etapón aquí.

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.