jueves, 20 de septiembre de 2012

Irati (rev 4)

Aunque parezca que esta entrada está "muerta", estoy a la espera de que mi querido pecé recobre la salud. Que yo también tengo ganas de rematar el relato...

Con esta ya son tres las veces que he estado con la bici en la "tumba de Pirene", y de cada una de ellas he vuelto con una nostalgia indecible, como si abandonara el verdadero territorio para el que nacieron nuestras máquinas. Me encanta recordar los momentos pasados con mis amigos sherpas pedaleando por unos parajes indescriptibles; pero por eso mismo, y por mi incapacidad de transmitir siquiera un mínimo y lejano reflejo de las sensaciones y vivencias acumuladas, me cuesta ponerme a escribir.

Sin embargo, y sin más líricas -que ese no suele ser el tono de este blog-, paso al relato de las dos etapillas que hicimos por el Pirineo Navarro, observados en cada metro de nuestro recorrido por invisibles espíritus de la naturaleza, elementales a los que no veíamos, pero que estar... estaban.

Cuento con la ayuda de Jorge en un experimento sin precedentes el la blogosfera sherpa mundial. Vamos a intentar hacer una larga, documentada y esperamos que entretenida entrada al alimón que esperamos sea del agrado de nuestros lectores. Y si no es así, al menos habremos disfrutado reviviendo esos momentos, esas luces, esos paisajes. Después de revisar 1177 fotos, unos cuantos tracks y varios mapas, la cosa fue poco más o menos así...

El viernes, 14 de septiembre, la expedición sherpa partió en tres grupos separados: la familia Carrington por un lado (recogerían a Markitos en el camino), los furgoneta's boys por otro y, por fin, los Munitrises.

La furgo de Boli lucía, orgullosa, su nuevo look
Lo primero que hicimos fue tomar posesión de lo que sería nuestro cuartel general durante el fin de semana en Ochagavía. Se trataba de la casa rural Martinezker, un acierto pleno: estupendas instalaciones, amabilidad, buen precio. La recomendamos a cualquiera que se acerque por allí.


De Ochagavía, puerta de Irati, qué deciros. Es un pueblo precioso al que no dedicamos todo el tiempo que se hubiera merecido.


Sin embargo, sí que visitamos uno de sus lugares más importantes: el bar del pueblo. Con eso hicimos tiempo para que el chef-Sherpa nos preparara una de sus especialidades que, de paso, iba a darnos las energías que tanto íbamos a necesitar en la siguiente jornada: espaguetis con gambas y gulas, ligeramente picantes.


Y creo que se quedó corto con la guindilla ya que, como se puede ver en la foto, yo solo cuento ocho latas de cerveza. ¿No es así?


Y con poco más que contar, nos fuimos raudos a la piltra, a poner en marcha la hormigonera, no sin antes despedirnos del chivo que presidía el portal de entrada al caserón. Juraría que al subir por las escaleras nos siguió con su mirada... pero quizás solo fueran cosas mías, no sé...


(...)

¡¡¡Riiiiiiiinnnngggg!!! - ¡Jopé, qué mal sienta el despertador un fin de semana!

Kokris simplificado de la etapa del sábado

Menos mal que nos sube Marcos en la furgo, porque nos ahorra 14 kilómetros de asfalto que, seguramente, habríamos pagado horas más tarde. En el paso de Tapla, en un aparcamiento en lo alto de la sierra de Abodi, comenzamos la larguísima ruta que nos ocupará todo el día, en dirección a Orbaizeta. Coincidimos en el lugar con tres ciclistas de Madrid con los que no volvimos a coincidir. En Wikiloc había leído que era zona de fuertes vientos, y tenían razón. Un poquito de rasca también tengo que decir que hacía; nada más hay que ver el look doña Rogelia que gasto en las primeras fotos.


Hala, venga; habrá que comenzar a dar pedales, que luego se nos hace tarde...


Mirando hacia el norte vemos Iratí, todavía despertando entre nubes a estas tempranas horas de la mañana. Tan temprano es, que seguro que aún no han puesto las hayas y están tapadas para que no nos demos cuenta.


La vaca es de plástico, pero casi no se nota
"Por la cuerda de la Sierra de Abodi, nos deleita con impresionantes vistas hacia todos lados. La temperatura y el día es perfecto". Esto lo dice Jorge, pero ya os digo yo que un pelo de rasca sí que hacía, hacedme caso.


A lo lejos vemos que los colegas madrileños siguen el camino mientras nosotros salimos a un terreno un poco menos marcado, con un sendero a veces apenas marcado sobre la alfombra aún verde. Creo que nuestra elección fue acertada.


¡¡Alucinante!!


Con tanto paisaje casi no nos damos cuenta de que estamos subiendo y bajando como cosas tontas. Después de una de las rampas más duras, nos aprestamos a descender una preciosa loma. Supongo que no os quejaréis de la realización, con imágenes del mismo momento desde diferentes puntos de vista. y es que los sherpas locos no reparamos en esfuerzos para retransmitiros las etapas con todo lujo de detalles.


El día va despejando ante nuestros atónitos ojillos....



Y casi de sopetón nos encontramos con esta increíble hoya, con una pendiente y una caída sin fin, os aseguro que en persona era mucho más impresionante y asustaba mucho...

-¡Seño, yo me lo sé, seño...!
Otra foto del mismo lugar, con ese fondo de picos y montañas, una delicia para los sentidos.

Frente a nuestros ojos, un verdadero murallón de hayas (u haigas) nos retaba a atravesarlo. Era entrar en otro mundo, otro terreno, otra etapa diferente en apenas unos metros. Todo frondoso, oscuro y húmedo (tranqui, no has saltado sin darte cuenta a un blog porno)


Aquí el primer lugar de esos que nos gustan a nosotros... jejeje. Estaba muy húmedo, lo que implicaba algún que otro resbalón y sustillo. ¡Fijaos cómo sería, que crecían escaleras silvestres en las pendientes!


A Jorge se le quedó pegado el sillín en el culo, por lo que no se bajó de la bici, jugándose el pellejo en más de una ocasión. El musgo estaba casi tan resbaladizo como el hielo.



El gepese nos ayuda a salir de la espesura. Y comenzamos un largo descenso por pista entre este bosque atlántico con infinidad de especies de flora, fauna e inquietantes disparos no tan lejanos como nos hubiera gustado.

Boli señala y nombra las especies con las que nos encontramos: -"Una planta"
Al final de la pista llegamos a este paso hormigonado en el río Irati, que nos sirvió de túnel de lavado para las bicis. Como no se apreciaba bien la profundidad, nos lo pensamos uno o dos segundos antes de atravesarlo.



Un breve sube y baja, un par de kilómetros de pista entre un verde cegador -¡y eso que estamos a finales de verano!- nos va a llevar, si todo sale bien y el gepese no nos miente, a la antigua fábrica de armas de Orbaizeta.

Por aquí cerca bien podría tener su vivieda un duendecillo de esos, ¿no?
Los hombres de Paco (en bici)
Llegado a este punto, hago un pequeño paréntesis para comentar algo que el sh-Sherpa me ha comentado y, realmente, es un olvido importante. Se trata de que los dos días, por muy temprano que nos levantáramos, el desayuno ya estaba preparado, leche caliente, tostadas en marcha, bollería y demás parafernalia. Y es que el Muni, hombre que no duerme, nos tuvo atendidos en todo momento. Por tanto, por esta vez, pasaré por alto su escasa diligencia a la hora de preparar los cubatas nocturnos. Pero solo por esta vez. Gracias, Muni.

(...) y, entonces, cogemos este pendiente tramo hormigonado, en vez de tomar la carretera para ir a ver las ruinas de la fábrica de armas de Orbaizeta (s XVIII), considerada una joya de la arqueología industrial.


  Preciosos parajes, relativamente verde el campo para la sequía que hay este año en el norte.


En rojo aparece nuestro camino, mientras que la Carre family fue por el clásico o normal, por decirlo de alguna manera (en verde).


Ahí vienen los alegres sherpillas contando sus batallitas...



Jorge y Alberto se adelantan al grupo para asustar a un grupo de ovejas navarricas que no sé qué les habían hecho las pobres; Pablo, Boli y yo consideramos que esforzarse p'a ná... pos mejor no esforzarse.


Llegamos a la fábrica y curioseamos, y leemos los cartelitos que cuentan las funciones de cada parte de la fábrica, para culturizarnos un poco, al menos que lo parezca.


Comenta Jorge: "Personalmente me dejó indiferente la ruina, qué pena que de un sitio tan bonito salieran armas para matar personas. Esperemos que algún día todas las fábricas de armas estén en este estado". De acuerdo con lo segundo. En cuanto a las ruinas, un complejo industrial como este tiene su interés histórico, claro que sí. No podíamos dejar de visitarlo.


Coincidimos con un grupo de franceses, que por aquí se viene de Roncesvalles, puede que vinieran de allí, solo está a unos 10 kilómetros. Al irnos les vimos parados, que habían pinchado. ¡Curioso grupo!: Uno pincha... ¡y los demás le esperan! Son muy raros estos franceses.


Dejadas atrás las ruinas de la fábrica, nos internamos ya en la Selva de Irati, sí, la misma que hace un rato estaba cubierta por una manta de nubes. Las habían retirado justo a tiempo.


Al ver a nuestra derecha a felices andarines por un sendero que discurría paralelo a la pista, nos entró la envidia sherpa y, raudos, nos desviamos.


Irati puro.

Dejando la pista, al adentrarnos en la espesura, de repente todo se oscurece y cambia de color. A veces tenemos que echar pie a tierra y es cuando aprovechamos Jorge y yo para hacer alguna foto. La luz ha cambiado tanto que nos salen movidas, pero da igual.
 

Esto ya es otra historia; esto es lo nuestro. Y si no malinterpreto los sonidos de las bicis, creo que incluso ellas ronronean felices. --Oye, que a lo mejor es que no las hemos engrasado bien, que todo puede ser...--


Pero se termina y tenemos que volver a la pista de hormigón, donde tenemos que apartarnos cada dos por tres para dejar pasar hileras de coches, que entran hasta el centro del parque. Y si de hecho pudieran subirlos hasta algún pico para disfrutar de las vistas, lo harían, sin duda.


Aquí paro, que tengo que buscar una foto especial, un momentito, jijiji...

...

Ya. Esta es la foto del momento: Rebelión a bordo. Los amotinados ven en un mapa -que a saber de dónde ha salido-, que hay un sendero clarísimo que evita la pista. Mira que diseñar una etapa sherpa por una pista cuando en el mapa aparece un GR como un sol. Y la verdad es que sí que aparecía, pero me gustaría darme de bruces con el que hizo el mapa ese, cagüentó y más concretamente en sus familiares, remontándome hasta la quinta generación.


En mis arduas investigaciones preparando el track, no había visto ninguna ruta que discurriera por ese lado, ¡pero eran cincuenta y tres contra uno!. En otros tiempos, por menos, habrían sido colgados del palo mayor por los pulgares. Pos ná, qué le vamos a hacer, a investigar como si estuviéramos en Valsaín... Al principio la pista estaba sorprendentemente fangosa, pero al menos la teníamos como referencia, que algo es algo.



El camino está ahí, con vallita que lo bordea y todo, pero por aquí ha llovido y a la vez han pasado trescientas mil vacas perseguidas por un semental loco así, y resulta que hay unos barros que hay que bordear, porque si tratas de pasar por ellos te quedas ahí plantado, como un árbol... Las ruedas ya acumulaban una considerable cantidad de arcilla pura con hojas pegadas, lo que le daba un aspecto muy “grunge” a las bicis. Ya pesaban 7 kilos más cada una y la manejabilidad era nula o, incluso, negativa.

Al poco, cualquier marca que pudiera parecerse a un camino desapareció por completo, de modo que lo único que podíamos hacer era seguir la valla de alambre que subía y bajaba como si la hubiese puesto un mono desquiciado. Y ya, retroceder sobre nuestros pasos era una malísima idea que descartamos unánimemente. He de reconocer que, pese al sufrimiento del pateo -¡y siempre, ya es mala leche, con la pendiente hacia la derecha!- la belleza del entorno era impresionante. Selva pura en estado salvaje.


¡De nuevo un tamo de pista! Nos aliviaba saber que al menos había un camino que seguir. Pero nos duró poco tiempo. Al poco ya estábamos arrastrando las bicis cuesta arriba. Y cuando digo "cuesta arriba" me refiero a "cuesta arriba".


Si las rodillas sufrían, al menos la vista disfrutaba.


¿Por aquí o por allá? Va a ser po acullá, seguramente... -Perad un momento, que me seco el sudor.


:P Si alguien me hubiera dado siete pesetas por la Spe, se la habría vendido, ¡y todos sabéis cuánto la quiero!


Esa cuesta de los co*** que véis ahí delante, es la más inclinada y resbaladiza que nos hayamos echado nunca a la cara, palabra. Ya le advertí a Alberto que no se pusiera detrás, que por menos de nada, le arrastraba ebn la caída.


Al rato (largo) salimos a un claro en el que se veía la France y se intuía la salida a la cola del embalse de Irabia, nuestra meta parcial. La mala noticia era que la inclinación de la pendiente mejoraba negativamente, o sea, que si nos ponemos a exagerar un pelín, pero solo un pelín, a los 45º sí que se acerca la hp de ella.


In this mismísimo point decidimos tirar to-p'abajo a buscar el río, que ya no había helechos que detuvieran nuestra probable precipotación ladera abajooooooo en un paso o pedal mal dado.


La riqueza y variedad botánica de esta ladera era impresionante, aunque creo que la fatiga nos hizo ver lo que no era. Además lo sherpas no fumamos... ni siquiera apelando al uso terapéutico, que podría haber sido el caso. Con la cerveza tenemos bastante.

¡Noguoman no craaaaaiiiii... No-guo-man-no-crai!
Al lado del río, como habíamos supuesto, discurría un sendero bastante sucio por poco usado, pero que al rato nos condujo hasta una pista que, por contraste, nos pareció la AP-6.


Y justito en la frontera con Gabachilandia salimos un poco por encima de la cola del embalse. Habíamos recorrido cinco kilómetros en una hora y cuarenta minutos. Lástima que no hubiera en los alrededores ningún notario, porque si no es record mundial de pedaleo lento, poco le falta.


Un lavado de cara a las burras las pone presentables para el resto de la etapa.


Y para desfogarnos un poquito hicimos un rápido recorrido por la pista que bordea la orilla oriental de Irabia. Con tanto árbol, poco o nada vimos del pantano, pero os aseguro que allí estaba.

 
Este es el recorrido por esta terra incognita. Como podéis ver, ni fotos, ni marcas, ni nada en el GoogleEarth. Se me olvidó decir que al principio del GR(?) encontramos una visera. Suponemos que de algún humano atacado y engullido por alguna fiera salvaje o por alguna tribu antropófaga de las que muy probablemente habiten estos pagos. ¿Recordáis, sherpas, que antes nos habían sobrevolado unos buitres? ¡Si ya os digo yo que salimos por poco!


En esta otra imagen con relieve se aprecia mejor nuestro recorrido, desde la curva de abajo, en el centro, hasta salir a Irabia (se intuye arriba, a la derecha) después de bordear el Mozoloaundi, la elevación más evidente de la imagen.


(Sigue)

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.