jueves, 15 de noviembre de 2012

El Tiemblo de frío

¡Caramba, ya es jueves y yo con estos pelos!

Me he pasado toda la semana rascándome la barriga, y estos señores están aquí esperando a que haga la crónica. Ya es hora de que me ponga, ¿no?. Vamos a ver... Entre el amigo Talus y yo, son solo 530 fotos de , aparte de 5 Gb de vídeo que dejaremos aparte por ahora. Selección "a huevo", edición rápida, corregimos un poco el encuadre en esta y el color en aquella, un, dos, tres, pim-pam, pim-pam... ¡Ya está!

Volvemos al castañar de El Tiemblo después de que el año pasado una maldita piedra se interpusiera en mi camino. (Lo que todavía no sé es por qué los demás no fueron, que la piedra era solo mía y nada más que mía, que nadie la quiso compartir).

Tremendísimo madrugón y sincronización perfecta entre la furgo segoviana (¡gracias, Boli!, pero la próxima conduces tú) y el talusmóvil galagapareño. Nos cobran por entrar en el castañar, seis leuracos por vehículo y uno más por ocupante. Como los niños no pagamos, la cosita nos sale algo más barata de lo esperado. O es que, quizás, creyeron a Chomin cuando dijo que éramos cuatro, jeje. Trasvase material y humano a la furgoneta y posterior descarga para iniciar, raudos, la ruta.


Hacía un frío importante y las esperanzas de que la cosa cambiara eran entre cero y ninguna. Por lo menos, no llovía. Con cincuenta y siete capas de ropa técnica y no-técnica, damos las primeras pedaladas Sherpol, Alber, Talus, Chomin, sh-Sherpa y servidor.


En esta ocasión íbamos camino de San Gregorio, buscando el sendero trialero y tubiforme que baja paralelo a la garganta de la Yedra.


Al poco, una pequeña avería nos hace parar. Cuatro para apretar un tornillo. Yo estaba haciendo la foto, que si no, habríamos sido cinco. Todavía no sé qué estuvo hacendo Alber, entre los pinos, ahí agachado todo ese rato.


Aquí, el lado oscuro de la fuerza, versión sherpa, terminando el divertido y técnico sendero, a punto de atravesar el puente sobre el arroyo de la Hiedra, supongo:


Este es el que digo...


Giro a la izquierda, para tomar la pista que nos llevará... ¡¿aónde nos llevas Chomin?! Bueno, al menos esta parte es conocida de otras veces. Pista agradable, toda para arriba; poco ciclista nos vamos a encontrar hoy, día perro que hace, oiga.


Anuncio de Oakley.


Un timidísimo rayito de sol (oh, oh, oh...) hace que nos despojemos de las capas más superficiales, pero solo de las quince primeras. A los dos minutos volveríamos a tener el mismísimo frío que antes.


Más pista, grupete de charleta. Menos de fúrgol, todos los temas tocamos los sherpas. De cada etapa salimos siempre un poco más cultos que cuando la empezamos.


Joder, qué frío tiene que estar pasando Alberto que, por cierto, es el que más escucha .


Tanto se nos seca la boca de darle a la mui, que tenemos que parar en todas las fuentes por las que pasamos. Por cierto, que agua no faltaba esta vez en el castañar, no señor.


Vale, bien, esto ya es otra cosa; tanta pista, tanta pista... ya cansaba.


Esta cuesta con su correspondiente curva, conducía a un refugio del que no he sido capaz de encontrar el nombre. La temperatura corporal había subido ya unos cuantos grados en los últimos kilómetros.


¡Coñio, y eto que é lo que é! Del mismísimo refugio sale a recibirnos, hospitalario y juguetón un perrillo más majete que la leche. Automáticamente queda bautizado con el original nombre de Rantamplán. Y así lo aceptó él mismo, porque así le llamábamos, acudía raudo, incluso antes de haberle dado la primera onza de chocolate con leche Nestlè extrafino, (un gran vaso deleche en cada tableta). Gran persona este Rantamplán.


Personalmente (perramente) nos acompañó a cada uno de los sherpas hasta la mismísima puerta del refugio.


Refugio que, por otro lado, adolecía de un gravísimo fallo de diseño: Puertas y ventanas fueron construidas de madera, material que desapareció en la chimenea que hay en el interior de la susodicha construcción con la llegada los primeros fríos.



En el interior nos encontramos dos ciclistas de Pinto (Ëlite bike's, creo), con una avería en el cambio trasero que ayudamos a reparar con un par de bridas (sirven para absolutamente todito) y una goma con gancho que todavía no sé de dónde salió, ni quién, ni para qué demonios la llevaba encima.


Calmado un poquitín el hambre, que no el frío, reanudamos la marcha con un miembro (perruno) más en el equipo. Quinientos metros de subida bastante llevadera más adelante estaba el collado del Espino.


¿Que si hacía calor en el collado? Pues para qué engañaros: hacía peor que en Vladivostok en calzoncillos. Puse el automático de la cámara y, entre el frío y la rodilla, me quedé a medias: parezco el primo del eslabón perdido.


Ahora sí. Pero vámonos rápido, que amí me va a dar la risa tonta si nos quedamos un minuto más aquí.


Aunque para hacer unas fotillos al paisaje siempre tenemos tiempo Jorge y yo.


Chomin no lo tiene demasiado claro (!) y se adelanta para investigar. Resulta que, mirando el mapa ya en casa, me doy cuenta de que si hubiéramos seguido por allí, habríamos acortado al Pozo de la Nieve (creo que es lo que nos dijo Chomin), pero subiendo al cerro de la Encinilla, por el otro lado de la cuestaza que se ve desde el Pozo. Sabéis, ¿no?

Para otra vez.


Tras breve intercambio de opiniones y pareceres, decidimos bajar hacia la derecha para buscar el puerto de Casillas, en el que suponemos que no deben reinar las condiciones meteorológicas más farorables del mundo, precisamente. Pero bueno, nos pagan por esto.


En la bajada pasamos junto a unos imponentes castaños, como el de la foto panorámica que hice en una parada para reagruparnos, que "el Chomin" y "el Talus" tenían los frenos estropeados, parece. Y aunque no aparezca en todas las fotos, ahí estaba Rantamplán, cruzándose cuando menos te lo esperabas, que no está acostumbrado a ir con sherpas. Ni que deciros tengo que si uno de los sherpas se hubiera (o hubiese) caído, ninguno de los restantes le habría esperado, por supuesto. Y más: a la mínima, le habrían pasado por encima. Pero a Rantamplán, de puro simpático que era y bien que nos cayó desde el primer momento, le esperábamos todos. ¡Claro que sí!

*N. del A.: Que me dice Chomin que no os engañe, que no son castaños, que son robles. Y es que así, a simple vista, no había distinguido si daban castañas o bellotas. Las prisas, ya sabéis...


¡Chssssst...! Silencio, sherpas, que parece que unos buitres negros se están dando un festín.


Durante todo el día estuvimos viendo cómo un poco más abajo no hacía del todo malo. Las nubes y la niebla, estaban con los sherpas. Si no llovía, era porque de vez en cuando caían una neviscas que nos acompañaron durante casi toda la jornada. Muy ricas, oiga.


Saliendo de la zona de los buitres negros, tomamos la pista en la que nos cruzamos con el único cilista con el que nos cruzamos en ruta. Mientras pasaba nos comentó que en el puerto hacía rico-rico.

Allí, al fondo, se ve un poquillo al ciclista que digo.
Agua no nos faltó esta vez. Lo malo es que no sé de dónde sacar el nombre del puñado de fuentes que marqué en el gepese. ¡Rabia da! Esta, por ejemplo, estaba a poco menos de un kilómetro de lo alto del puerto, justo en el nacimeinto del arroyo del Puerto, toma ya, qué originales son por aquí.

La fuente del arroyo del Puerto la llamaremos, pues.
Este tramos de pista se hace sin ninguna dificultad, pero dentro de nuestros atuendos nos estábamos macerando en nuestros propios jugos.


Las vistas nos distraen un poquillo de nuestro "sufrimiento".


Bonita foto hizo Jorge, que ya estaba arriba del puerto. Tenéis que reconocer que el bicho hace mucho para que la foto sea gonita-gonita ¿eh? "¿Quién será ese apuesto joven?", a buen seguro se hubieran preguntado las mozas del lugar; si las hubiera habido, claro.


No os voy a contar lo malísimo que hacía en la cima del puerto de Casillas. Cien mil páginas de hrrendos calificativos no bastarían para describir, ni siquiera de lejos, el frío que hacía y el ventarrón que soplaba.


Los humanos se guarecían...


...y los no-humanos se acurrucaban.


Total, que después de un rato nos decidimos a tomar el sendero que nos llevaría hasta el Pozo de la Nieve, no sin haberlo dudado un poco, pues el viento que hacía amenazaba con tirarnos de las bicis; y no es broma.


A la pinta que tiene la foto, añadid un viento de unos 60 kmph que cortaba como un cuhillo el puñetero de él.


Al rato de empezar, se nos olvidó todo. A veces teníamos que bajarnos, pero el sendero merecía la pena.


Foto de ida...


...respondida con otra de vuelta. ¡Si es que paisemos japonenses del mismo Japón!


En este reagrupamiento hice, sin saberlo, la última foto a Rantamplán.


Ya cerca del Pozo, nos cruzamos con un sinnúmero de excursionistas andarines. Adios... hala... t'aluegorrr... Con alguno de ellos se tuvo que ir, no nos dimos ni cuenta.


Allá donde estés, --si has superado la paliza de este día--, te llevas contigo un pedacito de nuestro corazón sherpa, fiel Rantamplán.

Fiel, al menos, durante dos horas y quince minutos...


Seguimos nuestros camino ignorantes de la pérdida perruna, tan contentos.


Hasta llegar a las praderas donde está el Pozo de la Nieve.


Alberto lo quiso conocer en profundidad. Bueno, al menos ahí se estaba relativamente bien, al abrigo de las inclemencias del exterior. Aprovechamos para cambiarnos y ponernos ropita seca, ¡qué gustirrinín!. Además, un poco de comida nos vino bien para aportar calorias a nuestros cuerpecillos.


Alberto estuvo dándole vueltas a la idea de poner un bar de ambiente allí mismo: la barra ya estaba.


Mientras, Chomin y Sherpa se propusieron encender una hoguera. Si de ello hubiera dependido nuestra supervivencia, éramos sherpas muertos.


No era pronto y el día no mejoraba, de manera que decidimos no investigar e ir a lo seguro, a lo que ya conocíamos. Pasando por el Portacho del Pozo, enfilamos el sendero que baja paralelo al arroyo de San Jurdón, hasta su desembocadura en el de La Garganta. Bajada molto divertente hacia el corazón del castañar que ya habíamos hecho hace un par de años Chomin, Rocinante (¿le recordáis?) y Jorge (no sherpa-Talus), un chico de Madrid que ha salido con nosotros alguna vez más. Jorge Garrido.

A pesar de todo, soy capaz de meterme en el charco con tal de encuadrar correctamente la fotografía, que no quiero que luego me vengan con que la composición está desequilibrada y que tal.


Joer... paice que por allá abajo...


...hace bastante mejor que aquí. ¡Qué solete más majo! Si ya decía el aipaz que a eso de las cuatro o las cinco iba a hacer bueno; y el aipaz no se equivoca, que para eso lo han hecho los americanos, aunque sea meidinChaina.


Reagrupamiento sherpa, que si no el Ch y el T ya estarían en la furgo, que bajan totalmente descelebrados.


Bonita bajada, justo como la recordaba. Grabé un vídeo que ha quedado bastante majete; pero a ver cuándo me pongo que, solo de lo grabado hoy, tengo cinco Gigas como cinco soles; y eso que lo puse en la mínima calidad, que si no... De todos modos, como comentó Jorge en algún momento, nos pareció que durante la etapa solo había habido cuestas p'arriba. ¡Qué poco nos duraba la diversión!

Ya abajo, junto con una meteorología más bonancible, los colores hacían que los sherpas estuviéramos como en la mismísima gloria.


Relax. Agraable y tranquilo paseo entre castaños. ¡Qué preciosidad!


No podía faltar la visita al abuelo. Foto de familia con bandera incluida.


Chomin nos muestra su perfil más favorecedor. ¿No os parece que tiene los mofletes un poco hinchados?


Foto p'acá... foto p'allá... ¡Somos de gatillo fácil!


Sudo y, para limpiarme los goterones, me quito las gafas. Peligro.


Pero en un pis-pas, un par de restregones y me las vuelvo a poner, que si no me choco.


Al llegar al aparcamiento Pablo se sacrifica por la comunidad (seguro que le hubiera gustado rematar la ruta) y dice que se lleva la furgoneta hasta abajo, hasta El Tiemblo. Es así como los demás pudimos disfrutar de unos kilómetros extra.


Este camino ya lo habíamos hecho por la mañana.


Volvimos a bajar por el tubo (¿cómo se llamará este sendero?). Est avez, con más decisión, me lo pasé muuuuuy bien, disfrutando de todas y cada una de las piedras que había.


Por San Gregorio, cruzamos el Arroyo de la Yedra buscando la cuestaza que nos llevara a la bajada (los Mahoneros pone en el mapa) que hicimos hace dos años, que queríamos que la conocieran los que no vinieron en esa ocasión y que nos dejaría practicamente en el mismísimo El Tiemblo.


Chomin aprovechó para practicar el surfing USA.


Cuestaza. Que una etapa sherpa no lo es sin su ración de push-bike.


Y desde aquí un par de amagos de investigación que no dieron sus frutos. Así que a lo conocido, que no eran horas de hacer tonterías y Pablete tenía que estar ya intranquilo. O por la tercera cerveza, quizás.


Fin del descenso, en las huertas del río. Todos enteritos.


Para rematrar el día, nos hicimos con unas cajitas de níscaletes, bien ricos ellos, una o dos por barba, a un precio más que razonable. Y sin haber tenido que agacharnos ni una sola vez, ni haber tenido que cargar con ellos en la mochila durante todo el día. Y recién cogidos.


Eso sí, había que limpiarlos un poco más.


Un par de cervezas, unos pinchitos contundentes con su poquito de conversación... Tupendamente.


Y aquí el guiso que se hizo al día siguiente el sherpa-Sherpa. ¡A mí no me dio tiempo ni de hacerles la foto!


Fotos:
  • Las del amigo Jorge: http://sdrv.ms/ZeSOzC
  • Las de mí mismo: http://sdrv.ms/SgLltV. Por cierto, que al pasarlas al PC me dió "candil", por lo que perdí unas cuantas. Una pena, porque son de uno de los pocos momentos en los que salió el sol. ¡Qué le vamos a hacer!
N. del A.: Tengo que decir que el título "El Tiemblo de frío" es (C) de Jorge, que se lo vi en las fotos en el Feisbuc y se lo copié, que me hizo gracia.

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.