viernes, 10 de mayo de 2013

¿Tú también, Irene, sobrina mía?

¿Acaso el fin justifica los medios? ¿Cualquier cosa vale con tal de conseguir el éxito? ¿Es la traición, por ventura, un método aceptable para lograr la humillación del otro? ¿No merecen las canas un poco más de respeto, eihn? ¿Está bien visto en esta sociedad nuestra humillar a un padre? ¿Y a un tío? En fin, Pilarín... Cambio de ciclo.

No, si ya me lo debería haber imaginado yo; esa mirada no era normal. Está así, como diciendo: "Veréis, veréis..."


El caso es que la jornada amaneció radiante y esplendorosa. En el estadio donde estaba prevista la salida nos reunimos con Paco. Éramos cinco los que habríamos de hacer juntitos la Peregrinos de este año: Sherpa-senecto-Sherpa, sherpita-Judas-Ire, Sherpol y Paco (que nos hicieron pacientemente de escolta; habrían terminado mucho antes si no nos hibieran tenido que acompañar) y sherpa-perniqubrado-Tris.


Tengo que decir que en esta ocasión, debido a mis condiciones, hay menos fotos y también menos selectas. Ejemplo:


Y es que debéis de saber que para hacer cientos de fotos en marcha hay que estar bien de forma, que parece que no, pero eso de sacar la cámara, mantener el equilibrio con una mano mientras pedaleas, encuadras y esperas a que el parato enfoque, consume una barbaridad.


A estas alturas de carrera, todavía no estaba cansado. Castillo templario de Ponferrada.

Foto de Tuchi Fernández. El equipo, y Tris haciendo una foto-p'atrás.
Y aquí, aunque tampoco estábamos cansados, se montó el primer atasco. Este año, que salimos más atrasados de lo habitual, sufrimos atascos a montones. Es lo que no me gustó del trazado de este año, qué le vamos a hacer. Charleta y chascarrillos. Sin embargo ─no os lo creeréis─ ni amago de Dime Niño.


Ya nos comienzan a adelantar los primeros corredores. Y es otra cosa que no me gustó; tampoco a los corredores, supongo. Aunque, eso sí, la convivencia fue perfecta, con amabilidad y frases de ánimo en todo momento. Aquí ya Pablo comenzaba con la letanía: "Corredooorrr... corredooooor..."


Esto es ya más duro para un sherpa: tener que bajarse en un repechín. ¡Cagüen! De todos modos, no estaba yo para mantener equilibrios mientras apretaba los dientes para mantener las distancias porque me iba rozando a la vez con el de delante y el de la derecha. Decidimos tomarnos con calma lo que otras veces había sido un reto.


Y, de paso, alguna foto a la remanguillé, a ver si sale algo.


Los paisajes de esta prueba merecen la pena. Y esta vez sí que los he disfrutado con más calma que en tras ocasiones. Aquí yo iba a lo mío y no sabía si el resto de la tribu estaba por delante o por detrás. Ya se manifestarían...


Nueva reunión obligatoria. ¡Una cruz! y para mí estas paradas no suponían un descanso, ya que estar en pie me cargaba la pata de palo un montón. Esto, unido a una trialera trepidante que tomé con demasiada ilusión y alborozo, hizo que algo más adelante del kilómetro 16 me planteara seriamente la retirada.


Pero esas sensaciones se alejan de la mente pedaleando. Y si luego te ponen un avituallamiento con agua fresquita y un sandwich, pues miel sobre hojuelas.


El no va más: ni hice amago de subir esta cuesta que otros años nos merendamos con patatas. Pero, como podéis ver, tampoco había demasiado amor propio en los ciclistas que nos acompañaban. Esto, cuando yo era joven, no pasaba...


En otro avituallamiento, el sherpa-Sherpa se puso a vender materiales de construcción. Debió de hacer un negocio redondo, porque estuve esperándole diez minutos. Hala, vamos, que estos están ya en Ponferrada.


¡Vaya cómo pegaba Manolo en el Bierzo! De repente, y sin haber entrenado en condiciones parecidas, 26 graditos que, si bien no son los 42 de Ronda, sí que aplatanaban un poco. Ire, delante y a lo suyo, aguardando pacientemente el momento.


Foto p'atrás, delicatessen técnica. Bueno: la verdad es que hago cinco fotos seguidas, y alguna saldrá.

Tres centímetros de lengua: ¡no estaba tan cansado!
Nos andábamos por el Km 35, acercándonos a Puente de Domingo Florez y volvíamos a estar todos juntos. Pablo y Paco esperándonos pacientemente; Irene, como si fuera despacio, llevando la procesión por dentro. Pero todo esto lo íbamos intuyendo, porque lo que es decir, decía poco.


El equipo de apoyo nos esperaba en el pueblo. Yo aproveché para llegarme hasta el coche y ponerme medicina de hombre blanco que todo lo cura: Radiosalil. A falta de hielo...


Qué recuerdos me vienen a la cabeza cuando veo este pabellón: en la primera edición de Peregrinos las escenas aquí eran dantescas. Solo el que las vivió puede creerlas: piltrafillas humanas rebozadas de barro, lo único que no era marrón los puntitos de los ojos, arrastrándose lastimosamente para conseguir algo en el avituallamiento. El que quiera recordarlo, que eche un vistazo.


Echando la vista atrás, este fue el tramo más plácido del día. Íbamos más o menos juntos y más o menos pedaleando. El caso es que, como se encargaba de recordarme constantemente el cuñao sherpa, no habíamos tenido ni un momento de terreno llano.

Y lo que es peor: tampoco lo tendríamos en lo que nos quedaba.


Ire, posa que te hago un retrato!!!


A que ese rostro no deja traslucir el maquiavélico plan que se iba gestando en su cabecita; a que no. ¡Pues para que os fieis!


En esta subida el paisaje era espectacular, pero el sol pegaba fuerte, y ya comenzaba a dolerme el cabezón un poco. Ignacio, encantado. Los que le conocéis sabéis que cuando se le comienzan a formar gotitas de sudor en los bracines, es que va como un rey.

Eso de allí abajo tiene que ser un embalse en el Sil
Zona más bonita para mi gusto, de las que, personalmente, me gusta pedalear. Aunque se sufra un poquito.


Un tramito malo, peor de lo que parece en la foto. Pero no es excusa: debería haberla subido.


No sé si fue un poquito antes cuando en una de las cuestas me encontré con un corredor tumbado, o mejor retorcido, en la cuneta; estaba echando hasta la primera papilla. Estuve un rato con él y llamé por teléfono a su familia para que le recogiera, ya que estábamos cerca del anterior avituallamiento. Cuando pasados los minutos me puse en marcha, de los sherpas no tenía ni el más mínimo rastro o señal. Pero como todo era cuestión de paciencia, algunos fueron cayendo...


...y los que no...


...pues me esperaron en la cima.


En este avituallamiento el sherpa me hizo observar que, si teníamos en cuenta la cantidad de vasos que había en el contenedor, podíamos desterrar definitivamente de nuestra cabeza la idea de la victoria.


Muy pesimista le veía yo. Sobre todo cuando nos era tan fácil alcanzar a los grupos que iban por delante de nosotros, jejeje.

En esta trialera molona, el tapón fue de unos cuarenta minutazos. Y es que estaba divertida entretenida la jodía, pero no para que pasaran 1500 bicho en bici. Una lástima. En una de las cuestas de un poco más atrás, por ejemplo, tuve que bajarme porque justo en el final la gente se había quedado y no había espacio material para frenar.


Pasamos el rato escuchando a Sherpol recitar el mantra ese del "corredoooorrr, corredooooorrrrr..." que tanto nos amenizó la espera.

Iker Jiménez: si miras bien en el reflejo de las gafas, ¡verás una aparición!




Este era el escalón que había causado el tremendo tapón. Pasable si lo afrontas montado y con el sillín en el pecho, pero desde parado... mala cosa. Y yo, incluso a pie, me sentí incapaz de bajarlo; de modo que tuve que tirar la bici para que me la recogiera Pablo y rodear el obstáculo por la derecha, qué le vamos a hacer.



Un abogado haciendome una foto en medio del camino. Escasas probabilidades de atropello a la velocidad que iba.


Caras sherpas que reflejan el sufrimiento, justo al bajarse de la bici en un avituallamiento.


Otros de los repechos que se me atragantó. Menos mal que Pablo y Paco mantenían alto, dentro de lo que cabe, el pabellón.


¡Eh! ¡Unos metros de llanito! Habrá que aprovechar, porque no recuerdo otro trocito así.


Esto, parezca lo que parezca, era subida contínua. Se trata de una parte de la puñetera subida al mirador de Orellán. Diferente y más duro (no me lo esperaba) que el de otros años. Interminable, de veras.


Por fin, el mirador. Aquí estaba realmente cansado. Había hecho casi toda la subida solo y se me estaba haciendo muy duro, mucho más que en otras ocasiones. ¡Y solo estaba en el kilómetros 60!


A la sombrita me esperaban unos amigos.


Al poco llegaron padre e hija. Bueno, para ser fieles a la verdad, hija y padre. En ese orden.


Foto para la historia. Debería haberme fijado en esa mirada de Irene que en esos momentos no supe interpretar. Decía algo así como "Je, je je. ¡¡JE, JE, JEEE!!"


Esta vez la bajada fue mucho más divertida que otros años, que se hacía por la carretera. En contrapartida, los bracines sufrieron considerablemente más. Sobre todo Pablo y Paco, que andaban escasos de frenos.


En esta zona de España cuidan a los árboles una barbaridad. Fijaos en la foto.


Esta es otra zona preciosa para pedalear. El sherpa-Sherpa, en esta ocasión, nos espera a Ire y a mí. Yo hago foto...


...y el sherpa contra-foto.


Poco después de la trialera malita del escalón Paco se había dado una costalada importante, saliendo a la agricultura. Llevaba clavado un trozo de pizarra en la mano y hacía unos kilómetros que buscaba quien se la quitara. En este puesto le atendieron diligentemente. Yo aproveché para mi ración de Radiosalil, que tenía el corazón en la rodilla. La verdad es que pedaleando despacio, con el molinillo, casi ni la notaba. Era en las bajadas cuando sentía que la cosa estaba bastante cargada. Pero llevaba horas encima de la burra y las sensaciones no iban a peor. Algo es algo.


Recuerdo esta cuesta inundad en la primera edición. Ahora la subimos en dirección contraria. Decido intentar subirla montado. Y soy tan chulo que hago varias fotos mientras pedaleo. ¡Toma ya!


Sin embargo la chulería me dura poco. Cuando ya se ha acabado la parte complicada y el terreno se seca y compacta... ¡no puedo más! Me bajo y aprovecho para hacer una foto a los compañeros de fatigas.


Las sombras se van alargando cuando llegamos a este puesto en el que tienen una bota con vino y pan de pueblo. No lo dudo y después de darme un buen trago, empapo un buen trozo de pan con la sangre de los dioses y me lo echo para el gaznate. Gloria bendita.


Paco hace lo propio. El control anti-doping creo que solo se lo hacen a los tres primeros.


Foto del grupo al completo. Kilómetro tres mil o así. Ire va atrás, como quedándose; como cuando Perico Delgado hacía la goma, hacía como que no podía, ya sabéis.


Y bajando esta trialera pedruginosa, poco antes de llegar al castillo de Cornatell, un ruido parecido al del Evento de Tunguska marcó lo que sería el inicio del final, la debacle más refinitiva: había reventado malamente la rueda trasera. "Claro, ─me dice el cuñao sherpa─ bajas como las locas, y pesando lo que pesas..."

El caso es que puse al equipo a trabajar. Pero no sabéis lo difícil que es quitar en estas condiciones una cubierta tubeless. Y más cuando se te rompe un primer desmontable y se queda un trozo dentro. Y cuando consigues sacarlo y volver a montar todo, inflas y ves que no coge aire. ¡Hemos mordido la cámara! De nuevo a desmontar, montar, vuelta a romper otro desmonteiboldeloscojines y a volver a rescatar el trozo, etc, etc... Para cuando estaba todo a punto, Jesús Hermida ya había terminado de entrevistar a Su Majestad.

Por cierto... ¡¿andestá Ire?!


En Cornatell el equipo de apoyo(?) nos dice que la sherpita ha pasado ya hace media hora, y que, por cierto, ya han pasado novecientos tíos en bici antes que nosotros, y que se avergüenzan del equipo sherpa y que estamos acabados y tal y tal.


Hala, venga, que tenéis la cuesta de después del castillo y, un par de cuestas más y ya llegáis.

Ya. Ni que fuera tan fácil. Nosotros nos pusimos a ello co verdadero empeño, pero el demonio con figura de lugareño salió a nuestro paso con una tentadora oferta: "¿No os apetecerá un poco de jabalí con patatas?". Joer... Yo, de primeras, me resistí. Pero el sherpa-Sherpa, débil de voluntad y guloso de tripa, pidió cuatro raciones que nos zampamos con sumo placer. Por cierto, acompañado todo con unos traguitos de una bota de vino de la afamada marca Pamplonica de las tres ZZZ. Luego supimos que la sherpita-traidora declinó la invitación de las patatas y el jabalí para así ganar tiempo y darnos en los morros.


El señor, muy amable, había ido corriendo hasta una de las casas y nos había servido en unos vasos grandes de Coca-Cola un guiso calentido y suculento que nos alimentó el cuerpo y el espíritu. Así que no os cuento los ardores que nos subían desde las tripas al afrontar la famosa cuesta de después del castillo.


Pero nos la hicimos como unos campeones, que conste en acta.


Vista bien gonita del castillo. Ya véis dónde está el sol, ¿no?


Desde aquí, pocas fotos. No por , pero es que no había casi luz y ya era casi imposible hacerlas. Además, las pocas fuerzas que me quedaban no las quería desperdiciar sacando y metiendo la cámara.


Alguna sí que hice. Ya no sé ni qué pueblo es este. Pero tengo que decir que las cuestas se sucedían una detrás de otra. Era increíble: p'arriba, p'abajo; p'arriba, p'abajo: p'arriba, p'abajo... Recuerdo estar más de dos horas y media (de veras) pensando que esta cuesta tenía que ser la última, que era imposible que hubiera más. Y cuando el cuentakilómetros marcó el 101 y, con las linternas puestas, veíamos Ponferrada allí abajo, a unos cuantos kilómetros aún, no nos lo podíamos (de) creer.


En este último avituallamiento (sopa, ropa vieja, en fim de todo...) este par de chiquillos no paraban de moverse para un lado y para otro anunciando a todo el que llegaba el menú del día: que si bollos, que si isostar (por cierto, a estas alturas estábamos de las isotónicas y de las barritas hasta ya sabéis dónde), e inmediatamente lo buscaban y te lo daban en la mano. Unos maquinillas.


Me costó que se estuvieran un momentito quietos para hacerles la foto. La gente de los pueblos se vuelca con esta carrera. Es lo mejor. De veras, da gusto.


De las fotos de después, solo puedo rescatar alguna. Y eso, tratándola con un sofisticadísimo software solo al alcance de empleados de la NASA y de mí mismo. Ejemplo:


En la meta, en el 108, nos esperaba (aburrida ya) la sherpita-Ire ("¡Ya era hora, sherpas. Que parecéis caracoles!"). En la foto (¡11 de la noche!) veis que ni una sonrisa, tal era nuestro estado.


Veis que la crónica no es para tirar cohetes, pero es que en esta ocasión lo que me preocupaba no era por dónde estaba pasando, ni hacer fotos bonitas, ni saber por qué pueblo estábamos pasando... y creo que se nota en el resultado. Sin embargo terminé muy contento, porque hasta ese día realmente pensaba que no iba a poder terminar el recorrido.

Y aunque terminé destrozado y más cansado que nunca, al día siguiente ya tenía ganas de volver el próximo año. Y si alguna comunión puesta en el fin de semana equivocado no puede conmigo, allí estaré como un clavo y con algo más de entrenamiento.

Pero no sus preocupéis por nosotros, que todo lo perdido fue puntualmente recuperado:

El Capricho, en Jiménez de Jamuz. Un cacho-buey.

Pequeños añadidos:

Se me ha pasado decir que el desnivel acumulado que aparecía en el gepese del cuñado era de 3.300 metrazos. Además, a mí me parece que en el Bierzo los metros son más grandes de lo normal.

Un detallazo que Maldonado no pusiera lluvias importantes en las jornadas anteriores al evento. El recorrido de este año con un barrizal como el de la primera edición sí que habría sido el INFIERNO (con mayúsculas). ¡No quiero ni pensarlo!

Otra cosa: en los kilómetros finales la señalización era un tanto escasa. Por ejemplo, al pasar el río, después de un puente de madera, no estaba clara la dirección que debíamos tomar. Un chico en bici nos indicó la correcta.

Ya en el río (siguiendo el río), en un parque, nos encontramos con nuestro "equipo de apoyo" que a gritos nos corrigió, puesto que no estaba indicada en ningún momento la dirección a tomar. A Irene creo que la pasó lo mismo en un par de ocasiones. Es cierto que ya era de noche, pero es entonces cuando la señalización debe estar más clara.

Por fin, un detalle importante: en ningún momento aparecía ningún o indicación alguna de la distancia restante a meta. Los kilómetros finales se hacían eternos; más cuando los 101 se alargaron hasta casi 108 ¡ufff!.

Son detalles que habría que pulir. Pero es que la organización perfecta no existe, siempre se escapa algo, siempre se puede mejorar algo. Y, en general, la gente no sabe el esfuerzo, el tiempo y la dedicación que requiere la organización de una prueba así. Los sherpas, aunque indirectamente, sí que tenemos una idea. Nuestro reconocimiento.

Ya sí.



Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.