miércoles, 15 de mayo de 2013

Cielos de una primavera caprichosa

Cielos de Robledo, Valsaín, La Granja, Segovia. En tardes así, la bici se convierte en un amplificador de sensaciones.


Los Siete Picos recién espolvoreados


La Pradera de Valsaín



La Máquina Vieja

La Mujer Muerta

Ella

 Y las pilas cargadas para lo que resta de semana...

domingo, 12 de mayo de 2013

Los tres chozos: Many rivers to cross

Después de la etapa de hoy, casi puedo dar por finalizada la recuperación de la rodilla. Ha sido una etapa de esas que diseña Domingo y me he sentido estupendamente por llegar a lugares que no pedaleaba desde hace casi seis meses. Digo "casi" porque aún me falta seguridad y confianza en las bajadas y potencia al subir. Pero si he logrado, mal que bien, seguir a Chomin y a Jorge... ¡esto marcha!

Iguazú está en la ladera de Peñalara
La crónica ya está lista; pero tengo que dar las gracias a los sherpas que han aguantado mi recuperación. Sobre todo Irene, Enrique y Pablo. Yo solito me habría aburrido como una ostra sherpa y no habría tenido fuerza de voluntad para recuperar tan pronto.

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Difícil hacer fotos en una etapa como la de este domingo: hay que estar pendiente de aguantar encima de la bici, el sol es muy fuerte y los contrastes muy exagerados. Y si, además, me dejo la sensibilidad en 800 ASA sin darme cuenta, pues peor. ¡Menos mal que Jorge me ha mandado sus fotos!

Por fin me atrevía a salir con el grupo de sherpas. Por diversas (y en algun caso inexpliclables) razones, no estábamos todos. Éramos, a saber: Domingo, Jorge, los joaquines (Ete y Rueda) y sevidor de Vds.

Sin tener clara la ruta, Chomin nos condujo por senderos alternativos, como es habitual. Son senderos que están ahí, que hemos tomado en mil ocasiones...

Foto y contra-foto. Un clásico que vuelve.
...pero la gracia radica precisamente en eso: en tomarlos y enlazarlos sabiamente para ir del punto A al B de una manera diferente, divertida, incluso sorprendente. ¡¿Cómo hemos llegado a parar aqui?! A los largo de la etapa, ya más adelante, y al ver la manera en que nos había conducido, iba pensando que lo de Chomin era un arte.


Total, que asfalto lo justo; y casi sin darnos cuenta, nos encontramos  resoplando bajo el sol, que ya comienza a apretar, subiendo en fila de a uno la cuesta de Valparaíso, que hacía años que yo no la tomaba.


Mira que hay maneras más sencillas de llegar a Valsaín, pero no tan sherpas ni tan divertidas.


La cosa no iba mal, y me sentía capaz de seguir al grupo, aunque al salir no lo tuviera tan claro. Parece que Ponferrada ha obrado milagrosen mi recuperación. (Claro: o mejoraba o sucumbía en el intento)

Valsaín estaba de postal, como casi siempre.


Las ruinas del palacio.


Y allí es donde, reunidos en cónclave, decidimos la ruta a seguir. Fumata blanca: p'al chozo. Bueno, más o menos...


Un ratito para contemplar el paisaje y, de paso, relajarnos.


Que, a partir de aquí, la cosa se pondrá un poco malita: Saliendo por la Máquina Vieja, buscamos los Praderones Altos, donde iniciamos la subida por la preciosa y dura-dura vereda de las Vueltas.


Sí, esa que bajando es tan rápida y divertida, que sale de las pista un poquito más arriba del puente sobre el arroyo de las Quebradas... pero en sentido contrario: toparriba.


Al menos, recuerdo que en pleno verano se hace mucho más dura. Sobre todo porque el terreno estaba casi perfecto el cuanto a agarre y tracción... ¡menos mal! Como siempre ocurre, no hay documentación gráfica de la susodicha subida: ¡cualquiera se pone a hacer fotos en semejante brete!

Jorge me hace una foto justo en el momento en que gano el asfalto.


Pero el asfalto nos duró poco: cien escasísimos metros más adelante nos desviamos por el camino forestal de Prado Largo. Sí, ese mismo que estáis pensando y que sube y sube y sube... Primero atravesamos el arroyo de Navalasviudas, el que un poco más abajo cruza al final de Prado Redondillo.


Y este, creo, es el arroyo de Dos Hermanas, si el mapa no me engaña. Que puede ser que me engañe, que soy sherpa.


Y aquí empieza lo peor para mí. Lo que en otra época son arroyitos meoncetes, ahora son el Orinoco y el Amazonas juntos. ¡Qué bestialidad, no se acaba nunca el agua! ¡Qué manera de rugir! Y es que dar el más mínimo salto, es que me causa un quebranto rodillil que para qué os voy a contar. Y más, que todo resbalaba un montón, y que la corriente arrastraba la bici si la utilizaba para apoyarme en ella.


Más o menos, mal que bien, a trancas y barrancas, con los pies cada vez más húmedos, lográbamos atravesar los contínuos cursos de agua. Siempre he pensado que los deben de cortar por la noche, ¡no puede haber en las cumbres tanta agua!


Al fin nos vemos en la fuente del tío Levita (o como quiera que la hayan puesto ahora). El chozo de la Majada Hambrienta está al lado. Aquí me doy cuenta de que, mientras subís, en todo momento pensaba que íbamos al Aranguez. Pero claro, por donde subíamos no era posible.


De todos modos, yo encantado, porque hacía unos seis meses que no subía por estos pagos tan añorados. Estaba contento de veras. Además, la rodilla seguía respetándome y no me molestaba, salvo en los pasos de los ríos, qué le vamos a hacer.


En la majada, los joaquines deciden que se vuelven, que tienen que ganar puntos con las parientas. Bueno, como ya estoy acostumbrándome a las traiciones (*léanse entradas anteriores), casi ni protesté. A todo se acostumbra uno. Sin embargo, que caiga sobre su conciencia el haberme dejado solo con Jorge y Chomin. Que lo que nos quedaba por recorrer no era broma, y con estos dos, sobre todo en las bajadas, no tenía yo claro cómo me iba a ir.


Y lo que nos quedaba por recorrer era remontar hasta el Chozo Aránguez y, si todo se nos daba bien, pasar por el del Tío Blas (¿pariente del tío Levita?). El camino, ya lo sabíamos, es en su mayor parte ciclable, con senderos técnicos y tal y tal. Pero es que losarroyos estaban tremendos: el de los Regajos Fríos, el Peñalara...


¿A que en la foto parece fácil? Pues los apoyos eran complicados (inestables, resbaladizos...), además de que había que remontar el curso hasta encontrar el mejor paso. Y si, además, había que saltar, para mí resultaba imposible. Pero tampoco me quería quedar allí haciendo noche, así que había que intentarlo. En la mayoría de las ocasiones ayudado por George de la Jungla, que me sujetaba la bici y me echaba una mano.


Aquí estamos subiendo la ladera que nos dejará en la meseta del Chozo Aránguez. De nuevo, la foto no hace justicia: los que la hayáis subido, sabréis de su dureza. Además, el terreno húmedo y blando hacía que costara más.


Pero al final, apretando la dentadura, llegamos pedaleando hasta arriba. Chomin, en una pose clásica:


Aquí nos encontramos con las primeras manchas de nieve.


Las fotos nos salieron horrobles. Pero creedme: la majada estaba preciosa. Siempre lo está, pero es que era un espectáculo. ¡¡¡Y yo, que casi no tenía ganas de volver!!!


Arriba el terreno parecía una gran esponja. Pedalear no era fácil en algunos tramos, y el agua nos empapaba los pies, pero creedme que era una delicia.


A pesar del espléndido día, arriba no había casi gente. Mejor. Paramos un ratito, reponemos fuerzas, y decidimos si ir hasta el Tío Blas, que debe estar difícil ¿no? Bueno, ya veremos.

No me pigáis que os explique la posición de Chomin. No sé. De todas maneras, si le ponemos una bici debajo... ¿verdad que está en posición de descenso? ¡Será el hábito!

Po-zí.
La salida la tuvimos que hacer remando. O casi.


Los senderos en la zona de las Carboneras eran puro barro. Pero barrito del bueno, no os creáis, que no era la arcilla traidora de Ponferrada. Sin embargo, las ruedas se hundían muchísimo, y Jorge estaba preocupado por la huella que dejábamos. Cuando hacemos las fotos, ya hemos pasado el peor trozo, que bastante teníamos con superarlo, como para sacar la cámara.

De nuevo, foto y contra-foto en el mismo tramo.
Antes de llegas a la Majada del Tío Blas, pasamos, no sin dificultades, la Chorranca. Aquí, algo por encima de los 1800, es apenas un bebé. ¡Pero con una mala baba...!


El bosque se abre para llegar a nuestra meta: el tercero de los tres chozos. En esta ocasión, en sentido contrario a como solemos hacerlos, por ser originales.


Para el que no se lo crea, aquí llego yo. Bueno, yo también tengo que mirar la foto dos o tres veces, que todavía me estoy pellizcando.


Y el Carneros, el penúltimo de los cauces reseñables que tenemos que salvar, que los de más abajo ya tienen su puentecito. Todos, menos uno. Sorpresa para más adelante.


La bajada... para qué os voy a contar. Detrás de estos dos, un sinvivir. Lo peor, en la zona de la Fuente del Montañero, en donde había tanto barro entre las piedras que no me atrevía a entrar fuerte, por si tenía que echar el pie, y entonces hacerme daño en la rodiñña de madera. Me atascaba constantemente. El resto, mejor. Pero ya sabéis cómo bajan estos dos, y a mí, que me falta confianza... La verdad es que Jorge iba mirando para atrás constantemente, a ver si les seguía.

Aquí Chomin reventó, lo cual me permitió, además de alcanzarles, hacer un pequeño descanso pata p'arriba apoyado en un arbol.


El resto de la bajada ya les seguí mejor, casi como si bajara bien, jeje. Pero es que además, para que os hagáis una idea, los dos se cayeron: Jorge primero, en un terreno seco y descarnado (unos raspones de los que escuecen bien en el brazo) y Chomin en sendero revirado y rápido, enganchándose en un árbol, resultando un bujerillo en la tibia de esos que no sangran, muy bonito.


Por mi parte, un par de clavadas en el barro, pero menos espectaculares.


Ya abajo del todo, casi en el Pontón, en uno de los senderos alternativos de Chomin, nos han quitado un puente que había estado allí toda la vida. El paso de río (creíamos que ya los habíamos hechos todos) fue el más complicado para mí, ya que había que saltar. Después, con la rodilla resentida, en una mala pedalada, ─qué puntería─ me caí sobre unas ortigas y para levantarme me tuve que rebozar bien en ellas.

Arañados, magullados, cansados, empapados, rebozados de barro y algo doloridos... ¿¡qué más puede pedir un serpa loco?!

Estoooo... ¡Vaya pregunta!:


Para Joaquín Rueda, que dice que no sabe por dónde le llevamos, aquí pongo el track: 


Sssstá!

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.