lunes, 30 de septiembre de 2013

La Horizontal

Por fin, este domingo decidí —¡y conseguí!— poner en marcha el plan de cuidado intensivo de la famosa rodilla maltrecha: salí solo y pedaleando suave, cuidando sobre todo que la susodicha articulación no soportara demasiados golpeteos en las bajadas.

Aunque ellos no lo saben, salí apenas cinco minutos por detrás de uno de los grupos sherpas. Y es que este domingo, la sherpería salió dispersa (como las precipitaciones), aunque casi en su totalidad: solo faltaba Jorge. Los grupos, más adelante, se fueron unificando y solo se escapó Enrique (¡sí, Enrique!), aunque por muuuuuy poco.

Comencé por el divertidísimo y siempre sorprendente carril bici, fuente de aventuras mil. Pedaleo rítmico y constante, que hay que calentar poco a poco y con cuidadín. Al llegar al Pontón, como vi que el paso que lo atraviesa ya afloraba por encima de la superficie del agua, estuve un rato observando preocupado a ver si descubía burbujitas, por si a Chomin se le había ocurrido atravesarlo y algún sherpa confiado había sucumbido en el intento, que ya sabéis que nadie espera a nadie, y si alguien pereciese por inmersión... ¡mala suerte!


Al ir solo, no tuve problema alguno en parar a hacer una foto en este famoso paso, que un día nos va a dar un disgusto. Como siga erosionándose, vamos a tener que pasar brincando por encima de la piedra. Sin desmontar de la bici, por supuesto.


Eresma p'alante, pensando en mis cosas, mirando correr al Eresma y sin dejar de concentrarme en pedalear lo más "redondo" posible. Poco antes de llegar a las Fauces del Pollino, la Spe me dio un inopinado quiebro y, sin yo quererlo, enfiló esta cuesta de Navalosilla que, por cierto, han ampliado y limpiado de una forma tal que por un rato pensé que habían abierto arriba un bar de copas o... algo peor. Pero os aseguro que no había nada. Lo habrán hecho, seguramente, por pura diversión.

¡Otra cuesta que no lo parece!

Bueno... nada, no; que al terminar los 900 metros de cuesta, atravesando un montón de curvas de nivel de manera totalmente perpendicular, llegué a la bucólica y pastoril fuente del Tío Linos.

No hay posibilidad de confusión
Había llegado en un momentín a lo que yo llamo "la horizontal". Se trata de la senda o conjunto de ellas (principalmente la Vereda Valbuena, algo más adelante) que, paralelas al curso del Eresma, desembocan en la divisoria de los Berciales, bajando de la Camorca.


Me gusta bastante esta senda. Casi siempre la recorro solo, es en ocasiones tan estrecha que no está hecha para pasearla en grupo. No suele haber nadie y aunque discurra cerca de sitios muy concurridos, parece a cientos de kilómetros de cualquier lugar. Estrechita y salvaje, es otro mundo. Se pierde en muchas ocasiones (al menos yo la pierdo) y te encuentras, de repente y sin darte cuenta, rodeado por el bosque más espeso que puedas ver por esta zona.

Llego a Peñas Lisas. Desde este mirador se ve el Cerro del Puerco y un trocillo de la carretera, allí abajo.


Durante toda la mañana no dejo de ver acebos en todo momento. Casi siempre se un tamaño pequeño o mediano, no llegan a ser los ejemplares que nos encontramos en la Acebeda, pero hay multitud. Aquí no parecen en peligro de extinción.


En el paraje de Navarredondilla el terreno está exageradamente húmedo. Y eso que solo ha llovido la noche pasada. Pero la lluvia ha transformado totalmente al bosque y sus colores, que parece a punto de estallar, ¡vaya lujo!. Casi puedo oír a los boletus crecer. Por cierto, que más tarde me enteré que en estos mismos momentos, Domingo estaba localizando el primer ejemplar de la temporada.


Aquí la vereda está claramente marcada y limpita. Pero ya sabéis que no dura mucho la alegría en casa del pobre.


Unas moras de kilo y medio, que estaban jugosas y dulces como no sus podéis de imaginar me sirvieron de excusa para parar otra vez. Pero no os creáis, que sudar sudé un rato largo.


Poco antes de llegar a la Fuente de los Gallegos, segunda trampa mortal. Creo que se trata del nacimiento del Arroyo de Navalpinganillo, o eso pone en el mapa. A principios de agosto pasé por aquí, y ya tuve que descabalgar para pasar. ¡Imaginaos cómo será en pleno invierno!


La Fuente de los Gallegos, casi una obra de arquitectura clásica. Solo falta el friso y las columnas.


Un rinconcete bien majo, con su banquito y todo, para subirte el último de Posteguillo y echar un rato agradable.


Puedes colgar hasta la gabardina, que estos de Valsaín están en todo.

Para colgar la chaqueta, el paraguas y el bombín. Los de Valsaín están en todo

Al ladito, fotografía este scaramujo, nombre vulgar del tapaculos (nombre científico), denominación bonita ande las haiga. Buscando en San-Internet, porque en esto de las plantas estoy bastante pez, he encontrado que también podéis llamarlo, además de rosal silvestre, rosal montés, rosal campesino, rosal bravo, rosal perruno, rosal de culebra, rosal del diablo, rosal de escaramojos, escaramojo, escarambrojo, caramujo, calambrujo, escambrujera, escambrujo, escaramujo, escarbaculo, tapaculo (generalmente, la fruta), zarraculos, carmín, monjolinos, gabarda, galabardera, garrabera, gavanzo, rosal garbancero, zarza garbancera, agavanzo, zarzarrosa, zarzaperruna, espino vero, picacostillas, picaespalda y alcaracache. ¡Toma ya! P'a que veáis lo rico y sonoro que es nuestro idioma.


¡Mira tú; esta no la tenía yo localizada! Al final me va a cundir la mañana...


Un par de carteles indicadores (hojalatas varias) y otro en la misma fuente, hacen que hasta a mí mismo me sea fácil localizarla. De todas maneras, sé que la he encontrado porque iba mirando en todas direcciones; si llego a ir en grupo-sherpa, estoy seguro de que no la habría visto, que vamos cegados por el ansia viva.


El cañete. Estreno la fuente bebiendo un trago rapidito. Está fresca y tiene un sabor agradable. Dentro de poco tendrá un chorrete más importante.


El lugar en el que está la fuente está un poco apartado, desviándose a la izquierda del camino. Creo adivinar una estrechísima y casi borrada senda que, consultando el mapa, debe de desembocar en la mismísima Boca del Asno. Habrá que investigar. Ya tengo tarea para otra ocasión.


Por el Vado de la Tabla (¡qué bueno el mapa de Valsaín que me regaló Juanito Serrano, a. Apa!) me encontré con este pedrolo descomunal y recién tapizado de musgo.

¿Criadilla supernumeraria de Pacheco? Porque ya van tres...
Clarísimos restos de la civilización valsainera. Los expertos los reconocemos con solo mirarlos, lo da la experiencia.


Aquí el asunto se vuelve a poner un poco más salvaje. Las ramas se anganchan, te golpeán en los ojos, enredan el cambio... Vamos, que no te aburres.


Desemboco, sin solución de continuidad, en un terreno lleno de helechos que no me dejan ver el suelo, peligroso por estar repleto de palos y troncos. Aquí el sendero ha desaparecido definitivamente, aunque el gepese me dice que vaya por encima de él. Yo, como Rígoli, sigo.


Salvaje y precioso. Estoy disfrutando como un enano. Sudo, a 5 por hora, intentando escabullirme de las trampas que me ponen tanto el vil terreno como la traidora vegetación. Cuando pierdo el equilibrio no llego a caerme; me quedo enganchado en las ramas. Pequeño empujoncillo con los brazos, y sigo hasta el siguiente agujero oculto en el que se mete la rueda de delante. Y así durante no sé cuánto tiempo...


Me llaman los sherpas, que ya se han arrejuntao, me dicen. Que a la vuelta nos vemos; me llama Enrique, que me ha rebasado y está subiendo a la Fuente de la Reina. Mientras, ni rastro de la Valbuena. Mal terreno. Decido bajar un poco, que el gepese me dice que la pista está cien metros más abajo, en diagonal. La cuestecilla es de las divertidas, pero bajo con tiento y cuidado, que no quiero que dentro de treinta años encuentren un cacho de hierro azul con unos huesos y un casco encima.


El terreno ya es más propicio, pero tando aún un rato en tropezarme con la senda.


Parece que los frutos de este acebo (en realidad, aceba) están madurando bastante pronto ¿no? O es que está patrocinado por El Corte Inglés ¡y también pretende adelantarnos la Navidad!


En la Peña Gorda, habiendo rebasado ya la "altura" de la Camorca, que queda más al norte, encuentro este ramal (también en los mapas es la Valbuena; todo aquí se llama Senda Valbuena, así no hay confusión, me parece buena idea) que baja suave y decidida hacia el Eresma. En pleno éxtasis descendedor, un palo traidor hace que me gire la bici en redondo; mientras me recupero del susto y bajan las pulsaciones, hago unas fotos.

No se me pregunte por el origen de las humedades del sillín.
Hablando de pulsaciones, he vuelto a ponerme el Polar después de visitar al cardiólogo que me recomendó no subir de las 130, así a ojo, como os lo cuento. Pues tengo que deciros que desde la subida a la Fuente del Tío Linos, pocas veces vi en la pantalla del cacharro menos de ese número. Sí que paré bastante, y sí que pedaleé uniformemente aunque con fuerza, cuidando la rodilla. Pero lo habitual era ver las 140 o 150 pulsaciones en la pantalla del pulsómetro. Ya me diréis: Hacer bici de montaña y no pasar de las 130, ni en las cuestas abajo (que a veces, es cuando más suben las pulsaciones, a que sí, jeje!!)

Y nada más; que coincidimos a la vuelta en el Pontón, para tomar unas cervecitas en el Excalibur; que Boli y Alber sa habían ido ya en la furgo, y que Enrique estaría ya de vuelta de la Fuenfría.


Y que la etapa de hoy me ha encantado, que el bosque estaba revitalizado y supermineralizado aun con las pocas lluvias que han caído.

Aunque, ya sabéis: No es lo mismo sin los cánticos y las bobás, las tonterías y los chascarrillos de los sherpas, que se echan de menos.

¿Y vuestra crónica?

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.