miércoles, 14 de mayo de 2014

Cómo pude terminar la 101 Peregrinos

Fundamentalmente fueron TRES las razones que me permitieron, contra todo pronóstico, terminar la Peregrinos de esta edición.


Es un clásico entre corredores, bikers y demás gentuza eso de "pues no he entrenado nada" o "estoy de una baja forma que asusta". Yo mismo lo he pregonado mil veces; pero es que lo habré oído al menos un millón de veces más. En fin: es un clásico.
Pero es que esta vez era MUY VERDAD. Ya en la pasada entrada intitulada Échale la culpa al sol quedaba patente mi baja condición física y el escaso entrenamiento que llevaba a esas alturas. Pero es que en esa etapa sucede que introduje los quesos u pinreles (ambos dos) en todas las muchas corrientes líquidas por las que pasamos, concienzudamente, sin dejarme una; y al lunes siguiente, consecuentemente, ya estaba con una super-mierda-del-siete: mocos verdes, dolor de cabeza-infección de muelas-acúfenos y un mecagüentó-tojunto que es para no creérselo.


Por no tirar el dinero de la inscripción y el de la reserva del hotel, que ya sabéis que esas cosas hay que dejarlas atadas con tiempo y si no lo sabéis os lo cuento yo, pues me dije entre los vapores del humidificador que se sumaban a la visión nublada que mi lamentable y cuasi-terminal estado me producía... (joder, vaya frase larga, ya no sé lo que estaba diciendo...) Eh..., esto que..., bueno, que por eso decidí ir.


La semana anterior pensaba que me iba a dedicar a hacer fotos a los participantes, pero el martes anterior decidí dejar la nikon en casa e ir con la bici... ¡y que fuera lo que Dios quisiera! Caray... ¡¿Semos sherpas o gallinas?!


Con la duda rondándome la cocorota (¿sherpa?, ¿gallina?...) dí los primeros pedales en una mañana berciana que amaneció fresca y soleada. Y menos mal, porque alguno de vosotros ya sabéis en qué se puede convertir la ruta de Peregrinos con un poquitirrinín de agua.


Un poquito más atrás del centro del macro-pelotón de 1500 desequilibrados (premio si encontráis un calificativo más apropiado) iba relativamente cómodo. No sentía fatiga, las pulsaciones bien, frescas las piernas... Perfecto para el kilómetro 5.


Es más: en la primera de las cuestas le eché molinillo al asunto y subí esquivando corredores por izquierda y derecha, hasta culminar con una media sonrisa dibujada en el rostro sherpa. Y hasta aquí las gestas y heroicidades por hoy.


Que esta otra cuesta que veis en la foto, por primera vez en mi historial de la Peregrinos, la hice de cabo a rabo ¡a patita! Y, además, sin pizca de vergüenza y sin mirar alrededor por si alguien me conocía o si había alguna indiscreta cámara retratadora. Glober-style. No shame.


Y más o menos fue aquí, cerca del kilómetro 50, cuando ya comenzaba a apretar el (la) calor, en el primer paso por el Puente de Domingo Flórez, donde un sargento del benemérito cuerpo que controlaba un cruce del camino con la carretera comentó al verme el careto cuando me senté para quitarme la chaqueta y las perneras un "¡Uyyyy, éste ya no se levanta!" que le salió del alma y que me llegó a los sitios esos.

Esta fue la primera razón motivo o causa por la que terminé la carrera. Cinco horas y pico más tarde estuve mirando en la meta por si le veía. Y no.


Después de Puente, la subida se me hizo imposible. De nuevo pie a tierra. Y no me consolaba en absoluto el hecho de que pocos eran los que a estas alturas subieran montados en la burra.


Me distraía un poquillo el paisaje y disimulaba como si estuviera haciendo fotos. Un par de veces tuve que parar a recoger el corazón del suelo. Y perdí un montón de tiempo limpiando de tierra el ventrículo izquierdo, que uno es muy limpio y apañao.


Comía un poquillo, bebía también. Esta foto la hice en una parada de evacuación en uno de los escasos tramos que hice pedaleando.


Subí detrás de Rocío un rato largo, pero os aseguro que era imposible adelantarla, no había forma humana. No tuvo ni un puntito de piedad para conmigo, pobre sherpa vinío a menos.


Aprovechando que ahora sí podía pedalear, no paré arriba. Fotos para otra ocasión.


O si hacía alguna, que fuera en marcha. Algo saldrá. Que hasta el Km 50 había hecho una media aceptable para mis condiciones, pero a estas alturas no podía ni pensar en qué sería (esfuercilmente hablando) hacer siquiera 5 Km más.

 

¡Anda la leche! ¿Pero no habían quitado esta trialera de bajada a San Pedro de Trones? Pues resulta que no. El pasado año superé el primer escalón, el del macro-tapón, con la ayuda de Pablo e Ignacio, tirándoles la bici. Esta vez, la tiré yo mismo, que ya pararía ella por sus propios medios. Un poquito más abajo estaba esta interesante cuestecilla, en la que me negué a bajar, que alguna migaja de dignidad sherpa todavía me quedaba en algún rinconcillo. El biker que iba delente de mí volcó un poquitín y le pasé por encima de la bici, y es que el freno aquí no servía para ná.

Este año, sherpas, aquí no hubo tapón. Disfruté.
La foto es de Marcos Landeira Castro, y es una de las más celebradas en el grupo de Facebook de la 101.



Si hubiera tenido en cuenta esta cuesta del demonio, habría parado un rato más en el avituallamento de San Pedro de Trones. Pero no lo hice, y tuve que pegarme una buena panzada de push-bike con la cabeza agachada hasta casi la altura de las rodillas. En el FB he leído que los que llevaban termómetro vieron los 37 o 38 grados. Yo sí lo creo. A estas alturas la buena noticia era que el corazón seguía más o menos funcionando: ¡lo sentía golpeando en mis oídos!


Y era lo único que funcionaba, porque a la pobre Spe el barro y el polvo se la habían ido pegando poquiño a poquiño, kilómetro a kilómetro, y sonaba peor que los Chunguitos versionando a Bob Dylan. Pobre.

¡Km 62! Por la mañana no habría dado un duro.
Sorprendentemente, cuando miro hacia atrás... ¡hay más gente!


En Yeres me encuentro con Belén que estaba apoyando a Cristóbal (los que van corriendo sí que tienen mérito los **brones). Me hizo una foto...


...y yo hice la correpondiente contrafoto. Me dió un plátano, que me supo a gloria bendita. Ya me había dado otro en el P. de D. Flórez, cuando lo del sargento de la benetérica y tal.


Aunque no lo he dicho, yo tenía mi propio equipo de apoyo que, a decir verdad, iba a lo suyo: beber cervezas, tomar hamburguesas y pinchos variados, tumbarse al sol, advertir a los que me precedían que se dieran prisa, que yo venía por detrás... En principio estaba bien, porque tenía casi todas las contingencias cubiertas (hasta llevaba abogado, por lo que pudiera pasar); pero casi no les había viso el pelo, y me decían que estaban en el castillo de Cornatel. Pero para verles, primero tenía que llegar hasta allí. Y eso estaba por ver.


¡Para una sombra libre que había, tenía que aprovecharla! Me dió tanta pena, que se la dejé enterita a la Spe. Cinco minutines de relax son oro a estas alturas. Venga, un rato más de pedalear, y lugo otro, y luego otro...


¡INCREÍBLE! Un pedal detrás de otro se llega a Orellán. Casi se me saltan las lágrimas, de veras. Y, además, cuesta abajo, qué disfrute. Estoy tan happy que me prometo a mí mismo estar encima de la bici media hora más sin quejarme.


Y la trialera que viene después, comparada con la bajada asfaltil del primer año, es un regalo añadido (aunque me duelen los riñones, y las piernas, y los brazos, y el culo...) Un poco más adelante, un tramo divertido (roderas traicioneras a las que no me dio la gana de respetar lo más mínimo) me proporciona un chute de adrenalina que me hace olvidar el sufrimiento por unos kilómetros. Momento flow. La, la, la, laaaaa...


Pero la alegría dura poco en casa del pobre. Bajón en la subida.

¡¡¡Pero si esto me lo hacía yo montado!!!
También iba pensando que el año pasado me iba doliendo la pierna; aunque este "no poder" no hay quien lo aguante. No sé qué es peor. Con la pierna era "solo" aguantar el dolor y si iba a más, ya pararía, que tenía excusa; pero es que ahora, no tiraba ni en asfalto llano y ya no podía ni apretar los dientes. Bueno, venga, un rato más...


Otro pueblo más supone en esta prueba una cuesta arriba. Y los llanos no existen


Y si no me creéis, echad un ojo rápido al perfil que me salió del track que grabé. Con sus 3200 metrazos de desnivel acumulado.


Esto es para Talus: mira qué tramos chulos, que te piensas que todo son pistas. Sé que no te gusta nada este tipo de "romerías", pero tiene un montón de senderos que te encantarían.


Lo malo del asunto es que no los paladeé (ni pedaleé casi) como me hubiera gustado y se hubienran merecido. Este, en concreto, lo intenté, pero eché pie a tierra... y aproveché para hacer la foto. Creo que es el trozo que grabé en vídeo el primer año, detrás de Enrique, en el que parecía que íbamos por el cauce de un río. En esa ocasión, de bajada. (Está aquí)


Paso Borrenes, llego a Paradela de Muces. Los kilómetros caen muuuuuy despacio. Este año no tomo trago de vino ni rebujito (por si lo consideran doping cuando llegue).


Venzo la tentación, y no paro en la sombra. Veo delante una cuesta y pienso que cuanto antes la afronte, antes pasará. Venga, que hay que llegar como sea a Cornatel.


El Tío del Mazo, todos le conocemos. Por allí andaba rondando.


Llevaba pensando exactamente 20 kilómetros en llegar a esta praderita y descansar media hora; tirarme en la hierba y cerrar los ojos sin pensar en nada. Media hora dulcísima, de quietud y relax.


Pero la  media hora me duró escasamente quince minutos, que el abogao (vaya equipo de apoyo que me traigo) me amenazó con no sé qué de unos buitres amaestrados que había traído y a los que había enseñado una foto mía. Por si acaso, reanudé el camino, que los quice minutos habían hecho su efecto. Bien: ese descanso, aunque más breve de lo previsto, es clarísimamente la segunda de las razones que me permitió terminar estos 101.


La parte chula de este castaño era la otra, pero es que ni claridad de ideas ni velocidad de reacción: hice la foto con 50 m de retraso y ni me planteé volver, cosa que habría hecho en cualquier otra situación. En fin.


En Villavieja, avituallamiento líquido y sólido de tres platos y postre. El perolo es el del famoso guiso de jabalí con patatas. Este año, con pimentón más suave que el año anterior (¿Recuerdas las acideces, Pablo?)


Parada obligada. Trato de lujo. Como sabía lo que me quedaba, el avituallamiento fue frugal, lo cual agradecí. Pero bromeé diciendo que me guardaran lo demás por si volvía más tarde para cenar. La verdad es que la gente de los pueblos se vuelca, es espectacular cómo tratan a los corredores y a los cilistas. Cualquier cosa que pidas, se desviven...


Y la subidita de después. No pensaba que iba a poder, pero me la hice casi toda pedaleando. No me lo podía creer. Y es que, bien pensado, en según qué cuestas, se gastaban más energías empujando la bici que con el molinillo bien administrado.



La espectacular vista de la mole del castillo, bastante más temprano que el año pasado a estas alturas. Algo es algo.


Santalla del Bierzo. Nuevo y descomunal avituallamiento, en el que estuve un rato departiendo con un lugareño. Si por él hubiera sido, me tendría que haber tomado un cocido entero. La cosa se saldó con un par de bollos, un huevo, un poquito de carne y un par de vasos de refresco. Listo para un empujeoncete más.


Aunque desde aquí el año pasado sufrimos un montón (a que sí, cuñao), es verdad que esta vez parecía que no se me iba a hacer de noche y esa idea me infundió nuevos ánimos. Ahora sí que comenzaba a creer que lo iba a conseguir. Venga, solo un poquito más y, después de la ducha o puede que antes, el premio de una cervecita bien fresca. ¡Aaah, una birrita dorada, fresquita...! El cielo sherpa.


Desde aquí, las subidas y bajadas son constantes hasta la meta.


Y cuando más me estaba comiendo el coco con lo que me quedaba, llego la tercera y más fuerte de las razones que me permitieron terminar: Un todoterreno apareció aparcado a la derecha del camino. Avituallamiento móvil, providencial y maravilloso. "¿Hace una cerveza?" Era música celestial, no me lo podía creer. Dí la vuelta y remonté una cuesta arriba para aceptar esa ambrosía, alimento del cuerpo y del espíritu sherpa, bendita 1906, Cruzcampo, el tercio que mejor ha sabido a cualquier mortal sobre la faz de la tierra.

Gracias y mil veces gracias.
¡¡Venga, otros 101 kilómetros, que me echen lo que sea!!

Bueno, no; que ya empiezo a recordar estos puñeteros repechos que se suceden uno detrás de otro, sin ningún terreno llano en el que poder descansar. O p'arriba, o p'abajo. Es lo que queda. Y es lo que hay.


Por fin, Ponferrada. ¡Y a la luz del sol! Ya me puedo creer cualquier cosa.


Y el disfrute de la llegada, con un biker que sufrió lo suyo pensando que le iba a pasar. Estaba tan feliz que le seguí a distancia hasta meta, sin ni siquiera intentar acercarme a él. Y os prometo que en esos momento le podría haber pasado como una bala.

Un puente.


Dos puentes.


Tres puentes.


Y algo parecido a un puente... ¡pero muy especial!


El comité de recepción, tan feliz como yo mismo.


Y el resto del comité de recepción, después de guardar los buitres para otra ocasión. A punto estuvieron de poder merendar, muy poquito les faltó.


Este terminó peor que yo.

 

Al día siguiente, Molinaseca: el paraíso del Camino. Siguiendo el programa de rehidratación.



Pedro... ¿te acuerdas de este banco, al otro lado del río?



Me acuerdo yo, ahora, de los que en una de las cuestas, a pleno sol, gruñían a mi lado:

Vaya cuestas jodidas, ¡qué manera de sufrir...!

Y yo...

— ¡A que ninguno de los que estamos aquí nos vamos a puntar al año que viene, a que no!

— Ya. Je, je, je... ¡Los primeros!


4 comentarios:

  1. Enhorabuena!!!!!
    Por ir y por termimar!! Que no es "moco de pavo"!!!!
    No conoce bien a los Sherpas ése que osó comentar que no terminarías......
    Aunque la razón principal que te ayudó, dio "alas" y fuerza física y mental.... creo yo que fue esa cervecita..... Jajajajaja

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  2. Jesús Juan!!!, cuánto sufrimiento madre de Dios!! Enhorabuena por conseguirlo, a ver si el próximo año estás más fino físicamente y no las pasas tan putas. Buena crónica, se podrá hacer la ruta en menos tiempo, pero con tanto arte, imposible!!

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  3. En bastante menos tiempo. De cualquier modo, con menos sufrimiento, seguro. Gracias Jorgito, crack.

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Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.