sábado, 19 de abril de 2014

Recreación artística

Mirad lo que me ha mandado mi sobrina. No sé cuándo sacaron esta foto:


¡Y para más inri, en llano!


jueves, 17 de abril de 2014

Échale la culpa al sol

serpear.
(Del lat. serpĕre).
1. intr. Andar o moverse como la sierpe.
2. s(h)erpear. Andar, moverse o pedalear como los sherpas, zigzagueando sin rumbo definido. Hacer el gilí encima de la bici.
Según fuentes dignas de todo crédito, el pasado fin de semana nuestro planeta todo, estuvo bajo la influencia de una corriente de viento solar de alta velocidad de un agujero coronal (CH HSS - Coronal Hole High Speed Stream). Los efectos, siempre según estas fuentes, comenzarían a ceder a partir del 14 de abril. Y si alguien cree que estoy de coña, le reto a que lo investigue en san interné.

Y esto me dejó más tranquilo, porque lo que nos pasó el domingo ya tiene causa, origen y razón. Es universalmente conocido que sherpa-Sherpa y yo mismo no tenemos ni la más mínima idea de por dónde pedaleamos, nos perdemos constantemente y nos quedamos con la boca abierta ante cualquier bifurcación del camino. Pero es que hasta Ete erró cuando con total seguridad nos intentó orientar.

Nos acompañaban en esta ocasión Jorge y Carlos. Completábamos el grupo David, Alberto, su hermano Paco, Pablo, Ete y yo mismo. El sherpa-Sherpa, gracias a Dios, no vino. Y digo gracias a Dios porque sus aportaciones podrían haber terminado de perdernos por la taiga siberiana o haber acabado en el mismo Serengueti. Por ejemplo.


Visto lo visto, no sé si decir que Sherpol tuvo suerte al rompérsele el núcleo de la rueda trasera justo nada más pasar el punete del Niño. La verdad es que, como apuntó David en algún momento, tampoco habría notado nada, ya que desde allí casi todo fue un empuja-bike constante para el que pedaleamos más bien poco.


"¿Dónde vamos?"— Puedo comprender que de vez en vez algún sherpa despistado me pregunte esto, aunque casi siempre respondo con vaguedades y evasivas ("ande queráis ustedes vosotros, no sé, hasta el infinito y más allá, p'allá arriba, etc..".). Pero donde mi capacidad de asombro se estremece hasta lo más profundo es cuando alguien me sigue preguntando "¿POR DÓNDE vamos, Tris?". Anda que no hay sherpas a los que preguntar con más posibilidad de acertar. Yo... solo veo pinos y rocas, y solo proceso conceptos sencillos como "p'arriba", "p'abajo" o "to-tieso".

Por eso me quedé con la boca abierta cuando después de un rato de pelea con los pedales por ignotas trochas, salimos a la praderita por debajo de la fuente de las Tres Varas. Bueno, ignotas para mí; porque no paraba de oír que por allí habíamos venido no sé cuántas veces. Joerrrr...


¿Os podéis imaginar lo que es cuando salimos solitos el sherpa-Sherpa y yo?, jeje... ¡Diversión asegurada! Yo creo que nos hemos perdido alguna vez hasta en la Vía Verde de Yanguas (LOL)


Por aquí creo que pretendíamos ir hacia el Aránguez. De todas maneras, como veréis en las fotos (esta vez ha sido un lujo, porque han aportado las suyas Jorge y Carlos) yo voy siempre el último. Normalmente suelo ir a cola de pelotón, me gusta. Además, solo con hacer la primera foto ya te quedas el último, es así. Pero es que en esta ocasión estaba de un cansado importante.


Momento importante de la etapa. Ete pillado in fraganti.


Pues tieso que tiramos, pusiérase lo que pusiérase por delante.


Cámaras atentas, no sea que alguien resbale y se caiga y luego no conste gráficamente. Que iba a ser portada del blog y motivo de mofa, burla y escarnio por días, incluso semanas.


Ayuda fraternal. So beautiful!


¡Eh, mirad!, que os hago una foto mientras esperáis a que llegue con la lengua fuera...


Upssss...! Porque mide justo lo que da la zancada, que si no...


Una vez superado, me dispongo a hacer la foto por si se cae Ete...


...pero supera sin dificultad el obstáculo. Otra vez será, jeje.


Hala, toos p'arriba.


Y más p'arriba. Todavía conseguí hacer esta foto montado.


Pero esta ya no. Atravesando perpendicularmente las curvas de nivel, buscando la pista, creo que a todos terminaron ardiéndonos los gemelos.



Ya en la pista, podíamos permitirnos el lujo de disfrutar algo más tranquilamente de lo espléndido y exuberante que está el bosque. Creo que a Carlos le gustó un rato largo.


Uno de los primeros tramos que logré identificar en la etapa: desvío hacia la majada del Tío Levita.


Jorge iba delante, pero hizo esta bonita foto del grupo casi llegando a la majada. No me preguntéis por qué se quedó atrás, que yo estaba cien mil metros por debajo del grupo. Ya iba el último cuando me quedé haciendo alguna fotillo de la (nueva) fuente del tío Levita: vicios de los que uno no puede librarse.

 

El descanso del guerrero. O Jorge se ha hecho mucho pis o la majada está saturada de humedad.


Bucólicos sherpas. Lo imprimís y tenéis una bonita postal para escribir a vuestras amistades.


De un chozo salimos con la intención de buscar otro. Para ello tuvimos que atravesar siete mil arroyos, cuando en otras ocasiones solo había por allí tres contados que yo recuerde; tal es la humedad que rezuma nuestro Peñalara.


Aquí ya me daba igual meter el pie que no meterlo. Así estoy yo ahora, escribiendo esto con una mierda que no me tengo. Ya había comenzado la etapa acatarrado, pero es que ahora...


A David parece que a estas alturas tampoco le importa demasiado mojarse un poco más.


Otra postal. Foto con bicho.


Fijaos que del bosque salimos cada uno de un sitio diferente. No seguíamos ni sendero ni nada parecido, jeje. Cada uno por donde buenamente podía.


Jorge y Carlos, sobrados, se dedicaron a documentar el mismo momento de este paso desde diferentes puntos de vista. Yo tengo en estos momentos de la etapa un estilo verano azul que asusta. Tengo que deciros que más adelante me activé un poquito más. Ese último momento de lucidez del moribundo, será.



Mirad quiénes tomaron el mando de las operaciones.


En este momento, no demasiado convencidos, David, Ete y Alberto decidieron que ya habían investigado bastante y que se bajaban por lo seguro. Yo, con la capacidad de decisión bloqueada por la falta de riego en el cerebro, decidí continuar. Quedamos Paco, Carlos, Jorge y yo para buscar el chozo del tío Blas. Y si llega a existir el chozo del tío Epi, también habríamos ido. Seguro.


Bajando desde los pluviómetros, Carlos decidió apearse bruscamente de la burra en este manchurrón de nieve (caprichos extraños que tienen estos de Huelva), lo que aprovechamos para un pequeño receso, estirar las piernecillas y hacer la foto.


La llegada a la majada y al chocillo, en plano y contraplano. ¡Os quejaréis del despliegue! Además, Carlos promete vídeo. Cuando esté, lo añado a esta misma entrada. Tos atentos.



Nuevo mini-descanso, que no os tengo que describir por innecesario lo pesadote del terreno. Que con ruedas cuadradas no nos habría costado más.


Creo que este fue el último vadeo. Pero lo hicimos con felicidad extrema, que ya sabíamos con seguridad nuestra posición exacta casi por primera vez en toita la mañana.


Jorge, que no se lo puede de-creer, decide darse a la bebida.


¡Anda! Pues sí que pasamos más ríos. ¡Si es que no se acaban nunca!


¡Ah! Y la bajada loca después de la fuente del Montañero. Aquí sí que me acordé de Chomin y de lo que le gusta. Por cierto que con él habríamos hecho una etapa parecida... ¡pero sabiendo por dónde íbamos! (Al menos, él sí! Los demás, detrás)


¿¡Ahora un puente!? ¡Pero si a estas alturas ya nos da lo mismo!


En fin: etapa de calvario y pasión para Semana Santa. Pero, por mucho que gruñamos... ¡a que son las que luego más recordamos!

En Robledo nos juntamos con Domingo, y parece que se está gestando —¡bendito sea Dios!— una salida lejos del patio (como dice Jorge). A ver si es verdad.

Yo... me apunto.

(El vídeo de Carlos -privado- está aquí)

Y recordad que la culpa la tiene el sol.

lunes, 14 de abril de 2014

Tarde de viernes bien aprovechada (y plus)

Se termina la dura y densa semana, y es entonces cuando el cuerpo nos pide a gritos aire y pedales. No me cuesta nada engañar a Pablo para salir, porque en realidad es él quien me está engañando. Recién comidos, andorga repleta, salimos a airear nuestros pulmones y a saludar a esa luna blanca que asoma tras el blanco de las nubes que asoman tras el blanco de la nieve en Prado Redondillo, adonde hemos llegado a un comodísimo ritmo.


Infructuoso intento de contactar con Marcos, no sea que suba un lomo, un queso o un pernil y haya que ayudarle a dar buena cuenta de ello que, aunque hayamos comido hace poco, si hay que ayudar... se ayuda.


La temperatura nos envalentona y tiramos por la cuestarraca de la fuente del Infante, también al tran-tran; aunque sabéis que por aquí se va al ritmo que se puede: más rápido, imposible. Más lento, nos vamos p'atrás.


En la bifurcación, Pablo amaga (inconscientemente) a tirar para la fuente, con sus 1900 m. Yo le disuado con una cara de pena de la que tomo nota para ocasiones similares. Así que nos desviamos hacia la fuente de Ceniceros, que ya tiene su aquél, y como muestra, el botón de la foto que aquí os pongo.


Merecen la pena todas y cada una de las gotas de sudor que hasta aquí hemos derramado por el camino. Vaya tarde. Vaya vistas.


Unos dátiles, un platanillo, unas barritas, un rodaballo al horno... se me va la cabeza.


Y, Pablo, no es que no te aprecie. Pero si hubieras sido chica y tuvieras veinticinco años... Y yo veinticinco menos, claro... Pero alejemos de la mente esas perturbadoras imágenes, que esto es un blog de bicicleta de montaña. O, al menos, lo era.


Entre dátil y dátil, busco arriesgados e innovadores planos y puntos de vista. Obsérvese ese PVC polietileno de primerísma calidad.


O la Spe, recuperándose de la paliza apoyada sobre el lomo, temiéndose lo peor para la bajada.


La mitad del encanto de estos lugares son los topónimos; la otra, está claro, el paisaje. Y la certeza de que el descenso siempre va a ser intenso y divertido.


Y la intensidad y la diversión no se hacen esperar. Sobre todo porque después de hacer esta foto tuve que echar la cremallera para guardar bien la cámara, ya que viene una de las cuestas más inclinadas a las que una burra con ruedas se pueda enfrentar. Aprietas manetas a tope, también la dentadura... ¡y que sea lo que Dios quiera!


En Majarrompe, en plena diversión, el sol está comenzando a ocultarse. La estamos echando larga.


Pablo detrás de Sherpol. O al revés, no sé.


Si todos los lugares de la sierra estuvieran tan bien indicados como Majarrompe, no me perdería tanto. (Claro, que también perdería parte de su gracia la cosa)


Después de la rana y el tiburón, la tensión decrece un punto y la faz de los sherpas se relaja.


Pablo para un momentín para indicarme el lugar en el que Chomin (recupérate pronto) hizo una exhibición de vuelo acrobático. La sonda, que se partió, no indica la profundidad real; la profundidad de la trampa de barro era mayor.


Praderones.


Lubricán.


Ya en casa, por la noche, aproveché para usar el 300 mm que me había prestado Enrique. Es la misma luna que había visto en Prado Redondillo, pero más coqueta.

Tengo que enfocar con más cuidado, cachis.

Aprovecho aquí para resumir las últimas salidas y avanzar trabajo. Así podré, en breve, hacer una reseña de la aventura loca que hicimos/sufrimos este domingo pasado. Que solo en cuestión de fotos me va a volver loco (aparte de las mías, las de Jorge y las de Carlos, que se acercó desde Huelva). Pero eso no va a ser lo peor. Lo peor va a ser cómo me las voy a arreglar para explicaros por dónde anduvimos. Pero eso es otra historia. Ahora, estamos a rolex:

El 23 de marzo subimos al Chorro por la Saúca. Hacía tirando a fresquete, como puede inferir a poco que uno sea pelín observador.


Aparición estelar del cuñao Enrique. Y ahí, pequeñito, en una esquina, Joaquín Rueda está dando buena cuenta de uno de esos redondos, negros y agujereados filipinos que siempre lleva consigo. Con fruición palpable.


Hacía tiempo que no nos juntábamos los que estábamos en esta ocasión.


Sherpa-Sherpa muestra orgulloso los avances de J.R., que ya baja las cuestas con la bici entre las piernas. De hecho, le tenemos preparado el carné, pero no hay manera de que comparezca en el acto de entrega.


Lo que no faltó es... lo que nunca falta.


El 4 de abril tuvimos etapa pre-chuletones KTM. Escasa pero selecta concurrencia. Llovía. Nos pusimos como sopas. Jorge, que se ha hecho probador de burras, llevaba una Lycan de Karacol. Le aguantó limpia 47 segundos exactos.


Hacía mucho que no se le veía por aquí. Dice que no le gusta la lluvia, ni la nieve... Miente.


Remontamos el senderito de la Chorranca. Más técnico de lo normal debido a la humedad. Cuando vimos que la luz nos abandonaba y la humedad acumulada se hacía ya insoporteibol, decidimos buscar una bajada. Pero al atravesar un río -¿era la Chorranca?-, al frenar de golpe, se le fueron toaspalante las gafas a Talus, como en los dibujos animados.


Y por mucho que miraron y remiraron, al final el arroyo se las sustrajo sin remedio. Según bajaba, a las doce de la noche estaban en Oporto. Ahora las usa un bacalao. Globero.

Se jugaron la vida
Bueno, al final la KTM tampoco terminó tan rebozada como habría sido de esperar. A Jorge le gustó la burra, aunque no tanto el calzado. Por cierto, los chuletones. tremendos. Pero creo que fue en esta etapilla donde agarré el tremendo catarrazo que ahora disfruto.



El 6 de abril, domingo para más señas, pedí al grupo de sherpas (y que no sirva de precedente) hacer una etapa algo más rodadora y con más kilómetros; que Ponferrada está cerca y a este paso voy a terminar después del último.

Después del último corredor a pie.

En Prado Redondillo me di cuenta de que el cuñao se había desverticalizado abruptamente en algún momento. Ya le dolía el codo, y la espalda y el trapecio... Cualquier rasguño, me temo, puede servir de excusa para no salir durante cuatro domingo seguidos. Miedo me da.


Por un rato nos desviamos de las rutas comerciales e investigamos un poquitín, más que nada para que las costumbres no se nos oxiden. Bien, porque al final desembocamos en la fuente de la Canaleja, puente de la Cantina.



Allí, viendo que la sherpería no se decidía, con decisión puse en practica la técnica dominguina, consistente en tirar p'alante sin mirar si los demas te siguen o no. Y, fijatetú, que dio resultado.

Pero cuando la pista comenzaba a ponerse interesante, justo en el puente sobre el Minguete, va el sh-Sherpa y, girando noventa grados a la derecha y sin previo aviso, enfila el camino de vuelta a casa. Unas cuantas gallináceas más, viendo que la oportunidad la pintaban calva... ¡¡¡van y le siguen!!! Así como os lo cuento(!)

Y para vergüenza de ellos, cien metros más arriba nos encontramos con esto. Documento real.


Así que con un servidor se quedaron únicamente Pablo y David, con los que subí a la fuente de la Reina como pude. Porque me costó güevoytrescuartos recuperar los cien metros que perdí haciendo la puñetera foto de la bici rosa. Que cada vez me da más rabia lo que tarda la cámara en encenderse, grrrr...

En la fuente coincidimos con los kamorka. A primera vista, me creí que David se había pasado dando aire a las ruedas en la gasolinera. La explicación y verdad verdadera está en su blog.

Mirad cómo posan los dos: bici y jinete.
La bajada, como siempre, sin fotos. Tengo que poner alguna vez la GoPro en ráfagas a ver qué sale. En fin, que según parece por las fotos que nos hicieron, barro sí que había.


El 9 que era miércoles decidí bajar las cocochas al pil-pil que me había apretado la noche anterior subiendo un ratín a la Fuenfría, a ver si  me daba tiempo.


Pues sí que me dio. Y bien. La sierra jugosita, esplendérrima.


Y solo me encontré nieve encasillegando.


Nadie en toda la subida. Nadie en el puerto. To-pamí. ¡Y gratis!


Bueno, ahí al fondo hay alguien. Lo que no sé es dónde hizo noche, je.


Inicio la bajada después de abrigarme un poquillo, vigilado por la imponente Pinareja. Nadie me oyó, pero mientras pedaleaba iba silbando grandes éxitos de los 60. Bueno, quizás algún corzo.


Y no os creeréis lo que vi al final del carril bici, ya iba yo con la linterna puesta. A ver si lo adivináis...

¿A qué deporte se ha apuntado el barbado sherpa?


Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.