sábado, 24 de enero de 2015

Rafa Postigo. La despedida de unos amigos

Esta es la carta, publicada en la prensa de Segovia, que Luis y Dioni escribieron a su compañero de pedales y, sobre todas las cosas, amigo, Rafa Postigo, fallecido recientemente. Se me ocurrió pedírsela para ponerla en este blog:

RAFA YA ESTA PEDALEANDEO ETERNAMENTE A RITMO DE JAZZ

Decía el gran George Gershwin que, en cierta manera, la vida es como el jazz: es mejor cuando improvisas. En el fondo, no nos queda más remedio y eso hacemos desde que te has marchado. Parece mentira que a nosotros, que nos gusta tanto pedalear por nuestra sierra, a veces se nos olvida que por mucho que tengamos un mapa o plan trazado, es inevitable encontrarse con imprevistos por el camino que te hacen saltar de la bici y de la vida. Quizá sea porque uno no puede dejar de tener esa sensación de inmortalidad cuando asciende a 2000 metros de altura y el sol te da en la cara más cerca que nunca. Sí, uno piensa inconscientemente que formará parte de esto siempre, que podrá cerrar los ojos y viajar a esa montaña, a ese puerto, a esas risas, a esos buenos momentos y hacerlos eternos.

La muerte es, sin duda, silencio y preguntas. Pero en estos días en los que aún estamos acostumbrándonos a que no estés, es inevitable pensar que la falta de respuestas hace que esta existencia de la que formamos parte sea precisamente tan valiosa. Es como el silencio: sin él, no habría música. Sin él no habría fraseos ni improvisación, no habría jazz. Sin el silencio, sin la ausencia, sin el no-ser; no habría vida. Sí, amigo, en la vida, como en la música, esa música invisible, emocionante, verdadera y turbadora; hay cosas que no pueden controlarse, que escapan a nuestra comprensión y que no lograremos entender por más que escuchemos, por más que vivamos. Pero algo hay muy claro: nadie puede desaparecer del todo. Ahora eres silencio pero también canciones de jazz y de blues y ese sol brillante que nos traspasaba la cara pedaleando juntos y ese humor soterrado. Porque hay canciones (y también montañas) que, al escucharlas y cerrar los ojos, se convierten en personas. Porque es curioso que perder a alguien signifique, en cierta manera, que esté contigo más que nunca.

Tus amigos de siempre Luis y Dioni

No añado nada.

D.E.P.


domingo, 18 de enero de 2015

Sendereando un poco

Mientras que la mitad de la sherpería está a sus vicios, (léase Sierra Nevada, Piris, Eiger, ultraligereando o haciendo remodelaciones radicales), los demás estamos aquí dando el callo, a lo nuestro. Los sherpas, si estamos a Rolex, estamos a Rolex. Además, desde que el abuelo Simpson subió al Eiger, éste dejó de ser un reto, Pifo, y se convirtió en una pequeña tachuelilla. ¡La Chorranca sí que estaba complicada hoy!

Ese suelo te está quedando pelín inclinao, Ignacio ¿o es la foto?

Como habían anunciado la nevada del siglo (casi hasta la ponen nombre, como a los huracanes), yo esperaba la mañana del domingo con ilusión. Pero mi gozo en un pozo: al mirar por la ventana esta mañana me encuentro con que la nieve que ha caído (medio metro o así) debe de ser transparente, porque puedo contar, una a una y con total claridad, las tejas de la casa de enfrente. Incluso es peor de lo esperado: ¡llueve!

La cota de nieve estaba exactamente en los depósitos del agua; allí justo comenzaban a caer unos copos ralos y desganados. Y una nevada sin ilusión no es nevada ni es .

 

El Pontón estaba casi como la semana pasada, un poco más espolvoreado quizás.


Pedí a la sherpería (hoy Ete y Sherpol) que parasen un minutín para hacer fotos del melancólico paisaje. Ete me pilló en la labor (ver imagen más abajo). Se está acostumbrando a sacar fotos y yo le dejo hacer, a ver si, poco a poco, acaba acostumbrándose. Porque lo de escribir... (¡¡ZASCA!!)


Pablo entrando algo atravesado en el puente. Fijaos que, curiosamente, está totalmente seco. Ni siquiera aquí había cuajado la "tremenda nevada".


Más fotos, aprovechando que hoy no íbamos como locos desde el principio.


En Santa Isabel el terreno todavía está bastante bien y el frío es soportable; el viento que nos había soplado de cara en el carril bici ahora casi no se notaba: Es otra de las cosas buenas que tiene el bosque.


El jacuzzi estaba hoy soberbio. Y también peligroso. Casi me mato intentando hacer esta foto.


Ete atendiendo las llamadas del trabajo, que hoy era un día peligroso por eso de los avisos de nevadas. Pero gracias a Dios se quedaron en eso y el resto de la etapa le dejaron en paz.


Hoy ha sido un día de senderos. Muy bonitos y con su puntito de dureza, pero hechos con tranquilidad. Así da gusto. Aquí nos estamos dirigiendo a la zona de las trincheras del Ceneam.


Pero antes nos pasamos por la fuente de los Endrinos (antes, de los Endrinicales) que últimamente se está convirtiendo en un museo un tanto kitsch, ¿no?. No deja de tener su encanto. Lugar solitario aunque no demasiado apartado, con bancos de piedra en derredor del cañete y hasta con una percha para colgar la zamarra. En el Ritz no se está mejor (digo, en verano).

Ateridito de frío está el tío Conrado.
Un poquito de cacera. Para la foto, iba unos treinta metros por delante de Pablo. Paré, abrí la cremallera de la funda, saqué la cámara, apreté el botón... y nada pasó. Cuando por fin se abrió la puñetera, Pablo ya estaba en Madrid. Entenderéis que desistiera de hacer más fotos durante un rato.


Además, nos desviamos de la cacera para subir hasta el Juego de Bolos a la altura de la Fuente de Marcos, cuesta que pocas fotos deja hacer, que si te desconcentras un pelín, vuelves a la casilla de salida. Aunque hoy, convinimos Ete y yo, con la nieve no se subía nada mal (entiéndase, relativamente).

Nuevo desvío hacia la sendita que lleva al Pino Bonito (o "Vonito", según se quiera). Quinientos metros de cuesta que, esta vez sí, se hacen más duros con la nieve. La verdad es que si no respiras demasiado, se hacen bien; ahora, llegas a cruzar la Chorranca cuasicianótico.


Después de cruzar, recruzamos inmediatamente de vuelta porque queremos saludar al Pino Bonito, que nada nos cuesta. Bueno: nos cuesta la cuesta, que hay que bajar un rato y luego hay que volver.


El apuntalado ejemplar destaca por su porte entre los de su misma especie. Me refiero al pino, que no a los sherpas, que destacan por su verdor.


La humilde fuente, unos pasos más abajo. La última vez que pasé por aquí con Enrique ¡no la encontramos!


De nuevo el mismo sendero hacia arriba para atravesar la Chorranca. Hoy no pasamos de los 1500, no nos vaya a afectar el mal de altura.


Y una vez vadeado el arroyo, enfilamos el precioso sendero que discurre encajado entre él y la cacera, el que yo llamo de los Acebos por atravesar en un momento dado un denso grupo de estos aquifoliáceos (lo he buscado en interné).


A esta altura la nieve está muy rica, pero hay que andar (pedalear) con cuidado, que un pequeño resbalón puede suponer un disgusto entre mediano y gordo. Y nos estamos haciendo mayores. Llevamos ya muchos años haciéndonos mayores.

Aquí Ete nos retrató sin que nos diésemos cuenta. Profesional.
Muy divertida y tranquila la bajada, disfrutando un montón (o dos): desvío en el Arroyo de los Neveros para retomar la sendita paralela a la cacera hasta Tobarejos, la no menos bonita que nos lleva hasta la Fuente de la Plata, izquierda por la senda del Arroyo del Rastrillo esquivando robles a diestra y siniestra... y en menos que canta un gallo nos plantamos en la Puerta de Cossíos, donde Ete se quita los mitones, que parece que empieza a sentir falta de sensibilidad en los dátiles.


Nada más cruzar la carretera nos encontramos con un Perico. Parece que hoy ha cambiado la flaca por una agradable y fresquita carrerilla granjil. Mirad qué azul y qué contento está.

Pedro a punto de arrancarse con una jota aragonesa.
Puente del Niño, huertas de los judiones, etc, etc... De nuevo la nieve se convierte en prosáica lluvia haciendo más pesadote y aburrido (si ello cupiera) el carril bici.

Lo peor, que justo al terminarnos la caña en el Excálibur e irnos... ¡salía la paella!.

Finalizo con foto-denuncia: Hoy no eran erráticos jubilados caminando de cuatro en cuatro, ni paseantes con impredecibles perros (atados o no, da igual), sino dos coches aparcadetes en el carril bici (¿carril bici?). El primero ya estaba cuando pasamos por la mañana. En el segundo estaban parados con las luces dadas (un detalle por su parte) poniendo un güasap o, al menos, eso parecía. Ya puestos, propongo que se celebren manifestaciones y sentadas varias, o también, por qué no, que vengan a celebrar sus victorias del Atlético de Madrid, que ya puestos...


 O la Feria de Abril en el carril bici, sugiero.

(Por cierto: reivindico la figura de Mariano Medina)

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.