jueves, 23 de abril de 2015

Hoy hemos comido piedras

Unas breves líneas para que conste nuestra fugaz escapada a la parte madrileña de la Sierra de Segovia. ¡Qué jartá de pedruscos tienen estos hombres por allí sin recoger!


Día de San Jorge, habíamos quedado con suestro amigo Talus, (ya sabéis, el que sale en los posters centrales de las revistas, como la Pamela Anderson), para que nos guiara por aquellos ignotos y salvajérrimos territorios.


Aunque no tan ignotos, porque resulta que Chomin se conocía los topónimos, senderetes y recovequeces varias del lugar. Yo yambién estuve con Jorge, Alberto y Paco en el 2012, en otra fugaz visita.


Aquella vez iba con mi rodilla derecha original, versión 1.0, pero hoy iba a probar esos senderos pedregosos con la 2.0 y, la verdad, tenía mis dudas.
 

Hasta el Mirador del Collado de los Pastores todo correcto, ningún problema, todavía teníamos las espinillas intactas. La prueba iba a estar un poquito más abajo, cogiendo un desvío que no se ve demasiado bien y que no será aquí donde cuente dónde está.


Pues qué deciros, que muy divertido. Pero Ete y yo siempre detrás, y los animales estos, esperándonos de vez en cuando. Yo no paraba de pedir perdón a la querida Spe por las pedradas, rozones y golpes varios que la iba dando. (Y todavía me preguntar por ahí que por qué quiero cambiar de bici).


Pero aguantó como una jabata, como era de esperar.



A estas alturas ya llevábamos, el que más, el que menos, brazos y piernas marcados. Pero el campeón, como siempre, Sherpol, que lucía orgulloso agujeros y rozones múltiples, de pronóstico reservado.


Completada la vuelta en Canto Cochino, Boli se retiró (los bici-puntos se venden muy caros) y nos dispusimos a rematar la jornada (estupendo tiempo nos contrató Jorge, por cierto) con una segunda vuelta, que nos parecía poco, subiendo hasta el Collado del Cabrón.


Ciertamente, el lugar tiene el nombre bien puesto. Subidita matadora y bajada "tonificante", que sí.


Muchas gracias a Jorgito por conducirnos por estos senderetes tan interesantes (e intensos) y ya sabéis: Conociéndonos, hasta dentro de 5 o 6 años seguro que no nos volveremos a animar a salir al lado madrileño, el extranjero de Segovia. Y es que se tienen que civilizar un poco: ni un bar, ni una cerveza, ni un mísero chiringo en los alrededores. Vamos a tener que colonizarlos e imponer nuestras tradiciones: ¡Tanta piedra y ni un solo acueducto!

Por cierto Ignacio, que los lugareños sí que hablaban nuestro mismo idioma. Curioso.

(¡Jopé, qué cansado estoy!)

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.