domingo, 26 de julio de 2015

Hoy tocaba un "simpa"

Ante el ordenador, me dispongo a escribir esta pseudo-crónica casi contra-reloj (aunque no precisamente por equipos). En verano paso menos tiempo delante del ordenador, pero hoy tengo que aclarar algunos hechos que sobrevuelan lo que ha sido la etapeja de hoy y que me obligan a sentar el culo un rato ante el rectángulo luminoso, nuevo dios del siglo XXI.

El caso es que hemos salido uno más de los previstos, pues el sherpa-Sherpa amenazóme a mediados de semana con no salir, con la peregrinérrima excusa de que tenía que hacer un arroz (¡"el arroz"!), lo cual le impedía cumplir con lo que él bien sabe que es su obligación: salir con la sherpería y acompañarla doquiera ella vaya u se dirija.

Aconsejéle, argumentéle y (creí yo que) convencíle, diciendo que si dejaba preparada toda la parafernalia el día anterior, la etapa se llevaría a cabo conforme a los planes. Cedí yo, por mi parte, aceptando la condición (dura, severa, incluso draconiana condición, habréis de admitírmelo) de cumplir con las horas, tanto de salida como de reton-no. Ley universal de la compensación, tu cedes un poco, yo cedo otro cacho.

Y he aquí que ayer sábado, serían pasadas las seis de la tarde, cuando con su delantalcito rosa ribeteado con primorosas puntillitas multicolores, púsose a cocinar con esmero eso, al menos, creía yo—, un estupendo caldo al que dedicó tiempo y aparente entrega y/o afán. Probóle, gustóle, añadióle un pellizco de sal... y continuó bajando un punto el fuego, para conseguir arrancar a la cocción ese rítmico chup-chup que augura un sabrosísimo resultado.

El mismo sherpa puede hablarnos en los comentarios sobre los múltiples y sabrosos ingredientes, sobre el tiempo que le llevó el sofrito previo, la olorosísima y prometedora reducción de sidra, el tomate que pasó de un kilo a concentrarse en lo que cabe en un cucharón (estrella de netutrones de la cocina) y acerca de los tratamientos varios de las viandas empleadas en el caldo, amén de la delicada operación de espumar el caldo con la que creí dar el toque final a las complicadas maniobras que deberían conducirnos al sabrosísimo fin: "el arroz".

También debería contarnos él mismo, en primera persona, os aseguro que merecería la pena, el inicial y semi-frustrado intento de sabotaje ¡autosabotaje!— consistente en aguar el caldo con la peregrina excusa de enfriarlo al chorrete de la fuente ("hoy casi no he dormido, mira que vaya disgusto con el caldo..."): ¡Pecado mortal, anatema!

Y más pecado, al infierno de cabeza, cuando hoy, a la hora señalada y justo al ir a calentar el caldo (la paella ya dispuesta al fuego, los comensales babeando por las comisuras, él ya sin su delantalcito), todos nos miramos de soslayo, casi sin atreverno a preguntar quién era el que no se había lavado los pies: el indescriptible olor era poco menos que inaguantable... Y es que el sherpa-Sherpa, con tal de justificar que ya no va a poder salir a cumplir con su o-bli-ga-ci-ón, ha sido capaz (estáis leyendo bien, no volváis atrás) de sabotear su propio caldo con unas bacterias que no sé de donde habrá sacado, seguro que por Internet, que está todo el día con el puñetero cacharro, dejándonos con la miel en los labios, mientras los hediondos y fétidos efluvios se disipaban a duras penas en vapores cada vez más tenuecillos. Y lo peor —¡hay más, sí!es que ha sido capaz de todo ello, incluso a costa de dejar a su mismísima tía Fuencis sin "el arroz" que tanta ilusión la habría hecho degustar, alma renegrida y execrable.

Ya casi no me quedan ganas ni de contaros la etapa, de lo tocado que estoy al contemplar tanta maldad reconcentrada en un ser humano.

En un ser.

Y como casi no me quedan ganas, le voy a dar un gusto al cuerpo y, siguiendo con la tónica... ¡no la voy a comentar! Sólo poneros las pocas fotos que he hecho, la primera de las cuales, 8'58 de la mañana, presagiaba poco interés en la cosa de la pedalada.

De esta guisa nos esperaba Ete en K-land.
Esta foto la hice estando medio muerto, más que nada para descansar un rato, que hoy ha sido un mal día (quizás algo barruntaba mi cuerpo), justo antes de iniciar la subida "tiesa" a la Camorca, por donde la gente normal baja.


En esta aparecen todos los componentes del equipo hoy, excepto J.R., que nos abandonó en el mejor momento, allá por el fondo a la izquierda hacía mutis, ya ni se le ve...


Y en ésta, está condensado mi sufrimiento de hoy: si me llego a dar cuenta no limpio la pantalla del gepeese subiendo a la Camorca; pero de todos modos, se aprecian los chorretones dejados por el sudor derramado. Tremendo e impactante documento.


Y este es Ithos, ávido e impenitente lector de bitacorillas de tres al cuarto. ¿A que tiene cara de gustarle el arroz?

No tenía más fotos. ¡Con algo hay que rellenar!

Y un pequeño gráfico en el que destaco la bajada de la divisoria de los Berciales, inicio de la nunca bien ponderada vereda Valbuena, 300 metros de descennso en un kilómetro y medio. Sería bueno que el Excmo. Ayto. de Valsaín pasara un camión cisterna y regase un poco la susodicha senda, que Ete no sitúa bien el centro de gravedad del conjunto bici-Ete y bajaba culeando cosa mala. Eso, o una tija-pija. Y lo peor es que yo iba el último, comiéndome las nubecillas que levantaban estos gañanes.


No quiero terminar este rato con vosotros, ojipláticos lectores, sin agradecer a Mark-Ithos su cintura al reconducir la comida de hoy (al final hemos terminado muy bien alimentados, ¡qué os creíais!) y a Juanito Serrano su lucidez al ayudarme a intitular esta croniquilla: Hoy tocaba un "simpa". ¡¡Simpa... ella!!

Trialera: Dícese de la parte del camino donde tus huevos abandonan su lugar para hacerle compañia a la garganta.